RODRIGO DIAZ DE VIVAR, RUY DIAZ, llamado
EL CID CAMPEADOR, nace en Vivar (cercanía de Burgos) España en 1048 y fallece
en Valencia el 10 de julio de 1099. Esas fechas no son muy exactas, pues hay
diferencias entre los historiadores, también se cree que murió a los 50 años. Hijo
de Diego Laínez, descendiente de Laín Calvo; de su señora madre se conoce el
apellido Rodríguez, se ignora su nombre que pudo ser Sancha o Teresa o María;
lo que sí se sabe es que era descendiente de Rodrigo Alvarez, miembro de un
linaje de la nobleza Castellana.
También, el abuelo materno hizo parte del
séquito de Fernando I de León. Fue enterrado en la catedral de Burgos, España.Se educó como caballero bajo la autoridad
de don Arias Gonzalo, alcaide de la ciudad y desde muy joven hizo parte de la
corte del rey Fernando I de Castilla. En la iglesia Santiago de los Caballeros
en Zamora fue armado caballero, según el Cantar, fue calzado con espuela de oro
por la infanta doña Urraca. A la muerte del rey Fernando I, entró al servicio
del rey Sancho II (descendiente de Fernando) nuevo rey de Castilla, quien lo
nombró Alférez Real en 1065.
El sobrenombre de CAMPEADOR le llega por
haber ganado el combate contra el caballero Navarro Jimeno Garcés, donde se
dirimía el dominio de unos castillos fronterizos que se disputaban los monarcas
de Castilla y Navarra, corría el año 1066.
Se esposó con Jimena Díaz, hija del conde
de Oviedo y parienta del monarca Alfonso VI. Se conserva la carta de arras en
el archivo de la Catedral de Burgos, fechada 1074. De esta unión nacieron
Diego, María y Cristina.
Las proezas del caballero, EL CID
CAMPEADOR, fueron recogidas en diversos poemas épicos en España y en el
extranjero.
Su obra cumbre es el cantar de gesta,
poesía épica de capa y espada, versos alejandrinos de 10 a 20 sílabas con rima
asonante. Trata del heroísmo, la muerte, la familia, la honra y el honor de la
persona en la edad media; también se muestra, el odio y el afán de riqueza en
el ambiente medioeval.
PERSONAJES:
El Cid Campeador: Rodrigo Díaz de Vivar,
valeroso, familiar, religioso, virtuoso, inteligente, guerrero. Es un héroe que
supera su destierro, recupera la confianza del rey, repara la deshonra de sus
hijas, gana fortunas, tierras y honor.
El Rey Alfonso: Destierra al Cid de Castilla.
Luego le perdona. Hace justicia a sus súbitos.
Jimena Díaz: Esposa del Cid Campeador.
Apoya a su marido.
Doña Elvira y Doña Sol: Hijas del Cid
Campeador y doña Jimena.
Colaboradores: Alvar Fañez Minaya, Martín
Antolinez, Pedro Bermúdez, etc. Son ayudantes.
Infantes de Carrión: Se esposan con las
hijas del Mío Cid. Representan el afán de riqueza, el egoísmo y el desprecio a
los demás.
Hay otros personajes: Que ayudan al
Campeador. Simbolizan valor y virtud de la sociedad medioeval.
RESUMEN: Esto es lo que en términos generales narra el poema. Luego de este resumen se muestra la versión de Gonzalo
Berceo.
“El Cid Campeador, Rodrigo Díaz de Vivar abandona Castilla,
porque es desterrado por el rey Alfonso VI. Se despide de su mujer e hijas, de
las que se ve obligado a separarse. Al fin se va, seguido de unos cuantos
hombres, decidido a conquistar tierras a los moros para entregárselas a su
señor y conseguir así que le admitiera de nuevo en su reino. Sale de Vivar y
pasa por Burgos, donde su sobrino Martín Antolinez consigue un préstamo de los
judíos Raquel y Vidas, con la entrega de dos arcas en las que creen que el Cid
guarda sus tesoros, pero que sólo contiene arena. Sobrevive a muchas batallas
que le permiten ir obteniendo riquezas, territorios, gloria, fama y honor a la
vez que la posibilidad de ir ofreciendo presentes al rey.
El Cid conquista Valencia, se la ofrece al rey y le pide que
su mujer y sus hijas puedan reunirse de nuevo con él. El rey accede a su
petición y le perdona, pero, además le propone la boda de sus hijas con los
infantes de Carrión, miembros de la nobleza que las han pedido en matrimonio.
El Cid no está muy seguro de si será ésta una buena opción para sus queridas
hijas, pero no se atreve a desobedecer órdenes y acepta. Tienen lugar los
preparativos de las bodas, que se celebran y festejan a lo grande.
Los infantes de Carrión, ahora yernos del Cid, resultan ser
hombres cobardes que no se enfrentan a nada no luchan, se ocultan de un león
escapado... Esto supone la burla de todos. Para vengarse, deciden irse y
llevarse todas sus riquezas. Pero piden permiso para trasladarse con sus
esposas hasta Carrión. Todo esto para maltratarlas y abandonarlas a la mitad
del camino, en el robledal de Corpes, deshonrando así al que en buena hora
nació. Sin embargo, su primo se da cuenta y acude a ayudarlas. El Cid informa
de todo lo ocurrido al rey y le hace responsable de establecer justicia. Se
convocan unas cortes en Toledo, los infantes de Carrión se ven obligados a ir y
devolver todo al Cid, además de pelear con sus guerreros en un duelo. Ganan los
del Cid, vuelven a Valencia con alegría y con un honor recuperado y Doña Elvira
y Doña Sol se casan con los infantes de Navarra y de Aragón, miembros de la
realeza.
La acción tiene lugar en la España del siglo XI,
dividida en diferentes reinos, al frente de cada cual había un señor encargado
de gobernarlo.
Las relaciones que se establecen entre vasallos y señores,
campesinos de los pueblos, los caballeros, los miembros de la nobleza nos
reflejan con exactitud la sociedad del momento, en la que se vivía un profundo
teocentrismo y en la que el honor, el respeto y la obediencia eran principios
fundamentales”.
El título “Cantar de Mío Cid”
corresponde al contenido del mismo, ya que es un texto escrito para ser cantado
o recitado que nos relata la historia del Cid Campeador, Rodrigo Díaz de Vivar.
EL AUTOR
El
Cantar del Mío Cid fue escrito aproximadamente en 1140, cuarenta años después
de la muerte del Cid, héroe Español de la lucha contra los moros. Parece ser
que se escribió en Castilla, en la región entre Medinaceli y Luzón, en la ruta
de Burgos a Valencia. Hay un manuscrito incompleto de Per Abbat o Pedro abad
que data de 1307. Según Menéndez y Pidal, dice que la autoría es
obra de dos poetas. Queda
a disposición de los lectores, investigar esto.
CANTAR DEL MIO CID
(Versión Pedro de
Salinas).
Los
ojos del Mío Cid mucho llanto van llorando;
hacia atrás vuelve la vista y se quedaba
mirándolos.
Vio como estaban las puertas abiertas y
sin candados,
vacías quedan las perchas ni con pieles
ni con mantos,
sin halcones de cazar y sin azores
mudados.
Y habló, como siempre habla, tan justo y
tan mesurado;
“¡Bendito seas, Dios Mío, Padre que
estás en lo alto!
Contra mí tramaron esto mis enemigos
malvados”.
Ya aguijan a los caballos, ya le
soltaron las riendas.
Cuando salen de Vivar con la corneja a
la diestra,
pero al ir a entrar a Burgos la llevan a
su izquierda.
Movió Mío Cid los hombros y sacudió la
cabeza;
“¡Ánimo, Álvar Fáñez, ánimo, de nuestra
tierra nos echan,
pero cargados de honra hemos de volver a
ella!”
Ya por la ciudad de Burgos el Cid Ruy
Díaz entró.
Sesenta pendones lleva detrás el
Campeador.
Todos salían a verle, niño, mujer y
varón,
a las ventanas de Burgos mucha gente se
asomó.
¡Cuantos ojos que lloraban de grande que
era el dolor!
Y de los labios de todos sale la misma
razón:
“¡Que buen vasallo sería si tuviese gran
señor!”
De grado le albergarían, pero ninguno lo
osaba,
que a Ruy Díaz de Vivar le tiene el rey
mucha saña.
La noche pasada a Burgos llevaron una
real carta
con severas prevenciones y fuertemente
sellada
mandando que a Mío Cid nadie le diese
posada,
que si alguno se la da sepa lo que le
esperaba:
Sus haberes perderían, más los ojos de
la cara.
Y además se perdería salvación de cuerpo
y alma.
Gran dolor tienen en Burgos todas las
gentes cristianas;
de Mío Cid se escondían: No pueden
decirle nada.
Se dirige Mío Cid donde siempre paraba;
cuando a la puerta llegó se le encuentra
bien cerrada.
Por miedo del rey Alfonso acordaron los
de casa
que como el Cid no la rompa no se le
abrirá por nada.
La gente del Mío Cid a grandes voces
llamaba,
los de adentro no querían contestar una
palabra.
Mío Cid picó el caballo, a la puerta se
acercaba,
el pie sacó del estribo, y con él gran
golpe daba,
pero no se abrió la puerta, que estaba
muy cerrada.
La niña de nueve años muy cerca del Cid
se para:
“Campeador que en bendita hora ceñiste
la espada,
el rey lo ha vedado, anoche a Burgos
llegó su carta,
con severas prevenciones y fuertemente
sellada.
No nos atrevemos, Cid, a darte asilo por
nada,
porque si no perderíamos los haberes y
las casas,
perderíamos también los ojos de nuestras
caras.
Cid, en el mal nuestro vos no vais
ganando nada.
Seguid y que os proteja Dios con sus
virtudes santas”.
Esto le dijo la niña y se volvió hacia
su casa.
Bien claro ha visto Ruy Díaz que del rey
no espera gracia.
De allí se parte, por Burgos a buen paso
atravesaba,
a Santa María llega, del caballo
descabalga,
las rodillas hinca en tierra y de
corazón rogaba.
Cuando acaba su oración El Cid otra vez
cabalga,
de las murallas salió, el río Arlazón
cruzaba.
Junto a Burgos, esa villa, en el arenal
pasaba,
las tiendas mandó plantar y del caballo
se baja.
Mío Cid el de Vivar que en buena hora
ciñó espada
en un arenal posó, que nadie le abre su
casa.
Pero en torno suyo hay guerreros que le
acompañan.