
¡Que tarde de enero tan bella!:
El cielo de un azul celeste
lleno de mechones, cual cabello
corto y crespo ensortijado,
color de un transparente albo.
Hacia el horizonte, gris tenue
tirando a negruzco o pardo
y regresando al blanquecino
o mejor dicho al blandco blanco.
El sol les hería sutilmente
mientras tanto llegaba el ocaso;
y fueron diluentes como cirros
abandonando el firmamento,
no sin antes abrazar, un ligero
naranja carmesí del momento.
Las montañas se fundieron con gris
tenue. El cosmos tornaba de colores:
De azul celeste al más claro
luego cobalto aluminizado.
¡Vaya!... y ¡que zarcillos tan finos
en el cielo lo de esta tarde!
¡Bella tarde de enero soleada!
Y los muchos tallitos de nubes
se agotaron, dejando el empíreo
delicadamente estrellado.
10 de enero de 2007