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sábado, 14 de mayo de 2011

JULIO ARBOLEDA POMBO


Abogado, orador, poeta, militar, periodista, político, diplomático, parlamentario, académico, dramaturgo y estadista colombiano, Presidente de la CONFEDERACION GRANADINA 1861 (Colombia y Panamá).

Nacido en Timbiquí Cauca, 9 de junio de 1817. De selecta familia, entre los cuales se cuenta a Francisco José de Caldas. Es asesinado en Berruecos Nariño el 13 de noviembre de 1862.

Educado en Londres, en donde realizó sus primeras publicaciones periodísticas.

Se enrola al ejército al estallar la guerra civil en el año 1840 y obtiene el rango de General, es nombrado jefe de la VI división. Pero antes de tomar las armas, crea el periódico El Independiente, siendo universitario en Popayán.

En 1842 publicó El Patriota; en 1843, El Payanés. Participó en la redacción de El Siglo. Con el Misóforo fue opositor del presidente José Hilario López. En Lima Perú redactó El Intérprete del Pueblo.

Poeta romántico y épico con su poema incompleto Gonzalo de Oyón (*).

Orador y parlamentario, muy españolizado en su hablar, pero elegante, florido, suave y erudito; sarcástico y agresivo; cortante y punzante. Otras veces empleando las reglas de la poética, llegaba a la arrebatadora entonación.

Muchos monumentos y obras civiles, llevan su nombre en nuestro país.

Entre muchas de su obras poéticax están: Te Quiero; Nunca te Hablé; Vanitas Vanitatum Et Omnia Vanitas; Gonzalo de Oyón.

(*) El poema épico “Gonzalo de Oyón” es la narración de la conquista Española del cacicazgo de Popayán. Es la rivalidad de dos españoles que se disputan la hija del cacique.


Hay un valle feliz: su tierra ondula
en continuas y plácidas colinas,
que la brisa al pasar besa y adula;
por ese valle en ondas cristalinas
el agua precipitase y circula
serpeando entre flores purpurinas:
y al fin de aquel Edén verde y riente
la ilustre Popayán alza la frente.

De sus colinas altas amparada,
como la tigre que asechanza teme
y espera el can, al árbol recostada,
detrás del corvo cerro de La Eme
se la mira de lejos engastada;
desde el Cauca, a la Luz del sol que treme
sobre la alba ciudad en grupos varios
se ven surgir sus pardos campanarios .

Y más allá, como inmortal gigante,
alza la frente el Puracé sublime;
a veces terso, cándido, brillante,
sus anchas bases en silencio oprime;
otras, envuelto en nubes, retumbante,
arroja el fuego que en sus antros gime,
y en sus esfuerzos, o estremece el suelo,
o incendia en Llamas la extensión del cielo.

Al Sur se encrespa en rocas y montañas,
y ora se encumbra el desigual terreno,
ora se mecen las silvestres cañas
de contrapuestos riscos en el seno;
y nacen del calor plantas extrañas,
que guardan de la víbora el veneno,
cabe el torrente bramador y estrecho
que ha cavado por siglos su hondo lecho.

En los montes, que ya suavemente
hasta besar la linfa, enamorados
descienden, o ya suben de repente
en riscos pintorescos, escarpados,
sus frutos cada zona diferente
ve con los de otra zona entrelazados;
todos iguales, todos juntos crecen
y a un tiempo se maduran y florecen.

Tal es la tierra. El cielo encapotado
pierde por tiempos el azul sereno:
entonces, de relámpagos preñado,
recorre el horizonte el ronco trueno;
por el ímpetu eléctrico turbado,
brota el aire huracanes de su seno:
cae la lluvia, crujen las montañas,
se eclipsa el sol, se inundan las campañas.

Mas la negra tormenta que oscurece
y asorda en torno al mundo y le conturba,
y del cielo la bóveda estremece
lanzando rayos por su inmensa curva,
a la vuelta del sol desaparece,
pasa de nubes la apiñada turba,
y ante la luz pacífica y tranquila,
ni se mece la flor, ni el aire oscila....

Aquí la vasta cordillera empina
en fantásticos riscos su cadena;
allí en vaivén, elástica se inclina
sobre el tallo gentil de la azucena,
la flor, ante la brisa matutina;
acá el arroyo por la selva suena;
y "ese el llano y su pintada alfombra
que interceptan los montes con su sombra;

y la fruta silvestre, donde toma
su grato olor la brisa pasajera
para mezclar al de la flor su aroma;
y el canto de la tórtola agorera,
cuando la noche en el oriente asoma;
y el variado matiz de la pradera,
que gusto, olfato, oído, vista halagan
y, deleitando el cuerpo, el alma embriagan;

y el Cauca, que entre enormes pedrejones
sus ondas bramadoras alborota,
o preso por altísimos peñones,
en vano el dique de granito azota;
y del ronco volcán las convulsiones,
y el muelle junco que en el lago brota,
la calva roca, la aromosa planta,
todo, en contraste seductor, encanta.

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