
Se ve el cabezo en la ecuórea
bañado de gozo por rayos de maría
que se eleva majestuosa con su nimbo,
cubriéndola, como sus pétalos al lirio.
Es la madre del creador e intercesora
que clama al cielo por la masa pecadora,
para que el padre bueno entre a redimir
al hombre, que al faltar a ley, tiene que morir.
Penden de su aureola rayos con resplandor,
haciéndola Bondad Divina como al Creador,
y el peregrino al descubrir la estancia
se inclina y orante en reverencia
rinde tributo, ¡ah, y amor!, en altamar
a la reina del cielo y estrella del mar.
4 de enero de 1991