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viernes, 11 de julio de 2014

HELCIAS MARTÁN GONGORA




Me he encontrado con este poeta caucano colombiano, nacido en Guapi el 27 de febrero de 1920 y fallecido en Santiago de Cali el 16 de abril de 1984, a los 64 años de edad. Hijo de Helcías Martán Arroyo y Enriqueta Góngora de Martán.

Contempló en sus poemas, el mar, y por ello, se le llamó “POETA DEL MAR”. Estudió la primaria en su pueblo natal, la secundaria en el colegio Francisco Javier de Pasto y en el colegio San Ignacio de Loyola en la ciudad de Medellín. Se tituló abogado en la universidad Externado de Colombia de la ciudad de Bogotá, carrera profesional que no practicó por dedicar su tiempo a escribir. Esposó con Adelaida Hurtado de quienes nacieron Aleida y Martín. Se radicó en Santiago de Cali, haciéndola como su patria chica adoptiva. 

Fue miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua, caballero de la Orden de Alfonso X el Sabio, Grand’Croix d’Honner de la Orden Imperial Bizantina de Constantino el Grande, miembro de la Academia de Historia de Popayán y de la sociedad Bolivariana de Colombia, profesor honorario de la Universidad del Cauca, cofundador de la revista Vanguardia de Guapi, miembro, director y fundador de la revista internacional de poesía Esparavel, colaborador de periódicos y revistas nacionales e internacionales. En el campo público desempeñó los siguientes cargos: Personero de Popayán, Alcalde de Buenaventura, Diputado de la Asamblea del Cauca, Secretario de Educación del Cauca, director del Teatro Colón de Bogotá y Representante a la Cámara por la circunscripción del Cauca. 

Condecorado, entre otras, en México en 1980 con el premio Vasconcelos, en el mismo año con la Cruz al Mérito Cívico de Santiago de Cali por escribir la letra del himno de la ciudad. En 1982 recibe en el municipio de Buenaventura la Medalla Cívica Pascual de Andagoya. 

Su obra ha sido traducida a varios idiomas, también se le ha tenido en cuenta para incluirla en tesis de grados, en trabajos de crítica, en ensayos; aunque no siendo negro, influyó en la poesía de este color. El día de la despedida a la muerte del poeta, Hugo Salazar Valdés expresó: “…El más grande, el más sereno, el más vibrante poeta marino de la Hispanoamérica, en los últimos cuarenta años…”

Menciono parte de su obra: Mazorcas de ensueños (1939); evangelios del hombre y del paisaje (1944); Desvelo (1945); Canciones y jardines (1950); Cauce (1953); Humano Litoral (1954); Encadenado a las palabras (1963); Socavón (1966); Exilio (1967); La piel del grito (1968); Saga del extranjero (1972). 

Una muestra de su poesía, que es extraordinaria:
 
Las algas marinas y los peces
testigos son de que escribí en la arena
tu bien amado nombre varias veces.

Testigos, las palmeras litorales,
porque en sus verdes troncos melodiosos
grabó mi amor tus claras iniciales.
Testigos son la luna y los luceros
que me enseñaron a escribir tu nombre
sobre la proa azul de los veleros.

Sabe mi amor la página de altura
de la gaviota en cuyas grises alas
definí con suspiros tu hermosura.

Y los cielos del sur que fueron míos
y las islas del sur en donde a buscarte
arribaba mi voz en los navíos.

Y la diestra fatal del vendaval
y todas las criaturas del océano
y el paisaje total del litoral.

Tú, sola entre la mar, niña a quien llamo:
Ola para el naufragio de mis besos,
puerto de amor, no sabes que te amo.

Para que tú lo sepas yo lo digo
¡y pongo al mar inmenso por testigo!



 Alfonso Martán Bonilla escribió: EL NEGRO EN LA POESIA DE HELCIAS MARTAN GONGORA:
 
“Hablar de la poesía de Helcías Martán Góngora en un espacio limitado exige una proeza de síntesis ya que fue un hombre cuya vida transcurrió, como dijera José María Pemán, “encadenando las palabras” a propósito de su libro Encadenado a las Palabras. 

La columna vertebral de la poesía de Martán Góngora es el mar, el mar que él conoció de niño, ese mar que se hace omnipresente en toda su poesía hasta el punto que “… no hay un poema suyo, por distante que parezca estar del tema del mar, en donde el lector no se moje.”

Pero el tema que hoy nos ocupa no es el mar, sino el hombre negro. 

Helcías, a pesar de tener la piel clara, siente y reconoce su ascendencia negra, como en concierto, cuando dice:

A media noche escucho adentro
de mi latir, vibrar, sonar
el tambor que tocaron mis abuelos.

Sus negras manos
golpean sobre el pecho,
por el camino cierto
del corazón.

Sus negros dedos
posados en mis sienes,
transitan el sendero de los sueños.
Entre las pausas
del ancestral concierto
oigo romper cadenas
en la esclavitud del silencio.

A media noche.
Solo. Soñando.
Despierto.”

 

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