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sábado, 19 de noviembre de 2011

GABRIELA MISTRAL


Seudónimo de Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, nace en Vicuña Chile el 7 de abril de 1889, donde hoy existe un museo dedicado a ella, y fallece en Nueva York, el 10 de enero de 1957.

Feminista, Pedagoga, diplomática y poetisa. Fue el primer latinoamericano en ganar el premio nobel de literatura en 1945.

A los quince años publicó sus primeros versos en la prensa local e inició sus estudios como maestra. En 1914 se consagró como poeta en los juegos florales de la capital de Chile con “los sonetos de la muerte” que hacen parte de su libro Desolación publicado en 1922 por el instituto de las Españas de Nueva York.

Su esposo fue Romelio Ureta, quien se suicidó, y se comenta que “los sonetos de la muerte” fueron versos que se relacionaron con el suicidio y dio nacimiento al mito, del gran amor entre ambos.

Fue Cónsul en Nápoles, en Lisboa, y Nueva York. Representó a Chile en la Asamblea de las Naciones Unidas.

Su obra poética fue modernista, reflejándose en Amado Nervo con alguna influencia de Frederick Mistral de quién tomó el seudónimo, de Rubén Darío, Gabriel D’Annunzio y del estilo de la Biblia. Sus temas predilectos fueron: El amor, la maternidad, la naturaleza americana, el cristianismo, la muerte.

En 1917 Julio Molina Núñez y Juan Agustín Araya publicaron la antología poética de chile, Selva Lírica, donde aparece el nombre real de la poeta: Lucila Godoy.

En 1924 se publica “lecturas para mujeres a la enseñanza del lenguaje”, “ternura” y “canciones para niños”; en 1938 “tala”; 1950 “poemas de las madres”; “lagar” en 1954. Después de su muerte ha habido varias publicaciones.

Obras: canción amarga, besos, ausencia, balada de mi nombre, apegado a mí, atardecer, adiós, amo amor, agua, ausencia, etc.

Fue colaboradora en el diario El Coquimbo de Serena y en La Voz de Elqui de Vicuña.

Estando en Temuco, partió para Santiago de Chile en 1921 y durante su instancia en Araucania conoció a un joven llamado Neftalí Reyes, que posteriormente se conoció mundialmente como Pablo Neruda.

Su poesía se ha traducido al inglés, italiano, francés, sueco, alemán; y ha sido referente de varios escritores Latinoamericanos como Pablo Neruda y Octavio Paz.

SONETOS DE LA MUERTE

I
Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvareda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondo recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!

II
Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir…


Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente…
¡y después hablaremos por una eternidad!

Sólo entonces sabrás el por qué no madura,
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.

Se hará luz en la zona de los sinos, oscura;
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir…

III
Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él…

Y yo dije al Señor: “Por las sendas mortales
le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!”

¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor».

Se detuvo la barca rosa de su vivir…
¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?
¡Tú que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!

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