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viernes, 27 de junio de 2014

EL MIO CID

RODRIGO DIAZ DE VIVAR, RUY DIAZ, llamado EL CID CAMPEADOR, nace en Vivar (cercanía de Burgos) España en 1048 y fallece en Valencia el 10 de julio de 1099. Esas fechas no son muy exactas, pues hay diferencias entre los historiadores, también se cree que murió a los 50 años. Hijo de Diego Laínez, descendiente de Laín Calvo; de su señora madre se conoce el apellido Rodríguez, se ignora su nombre que pudo ser Sancha o Teresa o María; lo que sí se sabe es que era descendiente de Rodrigo Alvarez, miembro de un linaje de la nobleza Castellana.
 
También, el abuelo materno hizo parte del séquito de Fernando I de León. Fue enterrado en la catedral de Burgos, España.Se educó como caballero bajo la autoridad de don Arias Gonzalo, alcaide de la ciudad y desde muy joven hizo parte de la corte del rey Fernando I de Castilla. En la iglesia Santiago de los Caballeros en Zamora fue armado caballero, según el Cantar, fue calzado con espuela de oro por la infanta doña Urraca. A la muerte del rey Fernando I, entró al servicio del rey Sancho II (descendiente de Fernando) nuevo rey de Castilla, quien lo nombró Alférez Real en 1065.
 
El sobrenombre de CAMPEADOR le llega por haber ganado el combate contra el caballero Navarro Jimeno Garcés, donde se dirimía el dominio de unos castillos fronterizos que se disputaban los monarcas de Castilla y Navarra, corría el año 1066.



Se esposó con Jimena Díaz, hija del conde de Oviedo y parienta del monarca Alfonso VI. Se conserva la carta de arras en el archivo de la Catedral de Burgos, fechada 1074. De esta unión nacieron Diego, María y Cristina.

Las proezas del caballero, EL CID CAMPEADOR, fueron recogidas en diversos poemas épicos en España y en el extranjero.

Su obra cumbre es el cantar de gesta, poesía épica de capa y espada, versos alejandrinos de 10 a 20 sílabas con rima asonante. Trata del heroísmo, la muerte, la familia, la honra y el honor de la persona en la edad media; también se muestra, el odio y el afán de riqueza en el ambiente medioeval.

PERSONAJES:

El Cid Campeador: Rodrigo Díaz de Vivar, valeroso, familiar, religioso, virtuoso, inteligente, guerrero. Es un héroe que supera su destierro, recupera la confianza del rey, repara la deshonra de sus hijas, gana fortunas, tierras y honor.

El Rey Alfonso: Destierra al Cid de Castilla. Luego le perdona. Hace justicia a sus súbitos.

Jimena Díaz: Esposa del Cid Campeador. Apoya a su marido.

Doña Elvira y Doña Sol: Hijas del Cid Campeador y doña Jimena.

Colaboradores: Alvar Fañez Minaya, Martín Antolinez, Pedro Bermúdez, etc. Son ayudantes.

Infantes de Carrión: Se esposan con las hijas del Mío Cid. Representan el afán de riqueza, el egoísmo y el desprecio a los demás.

Hay otros personajes: Que ayudan al Campeador. Simbolizan valor y virtud de la sociedad medioeval.

RESUMEN: Esto es lo que en términos generales narra el poema. Luego de este resumen se muestra la versión de Gonzalo Berceo.

“El Cid Campeador, Rodrigo Díaz de Vivar abandona Castilla, porque es desterrado por el rey Alfonso VI. Se despide de su mujer e hijas, de las que se ve obligado a separarse. Al fin se va, seguido de unos cuantos hombres, decidido a conquistar tierras a los moros para entregárselas a su señor y conseguir así que le admitiera de nuevo en su reino. Sale de Vivar y pasa por Burgos, donde su sobrino Martín Antolinez consigue un préstamo de los judíos Raquel y Vidas, con la entrega de dos arcas en las que creen que el Cid guarda sus tesoros, pero que sólo contiene arena. Sobrevive a muchas batallas que le permiten ir obteniendo riquezas, territorios, gloria, fama y honor a la vez que la posibilidad de ir ofreciendo presentes al rey. 

El Cid conquista Valencia, se la ofrece al rey y le pide que su mujer y sus hijas puedan reunirse de nuevo con él. El rey accede a su petición y le perdona, pero, además le propone la boda de sus hijas con los infantes de Carrión, miembros de la nobleza que las han pedido en matrimonio. El Cid no está muy seguro de si será ésta una buena opción para sus queridas hijas, pero no se atreve a desobedecer órdenes y acepta. Tienen lugar los preparativos de las bodas, que se celebran y festejan a lo grande.

Los infantes de Carrión, ahora yernos del Cid, resultan ser hombres cobardes que no se enfrentan a nada no luchan, se ocultan de un león escapado... Esto supone la burla de todos. Para vengarse, deciden irse y llevarse todas sus riquezas. Pero piden permiso para trasladarse con sus esposas hasta Carrión. Todo esto para maltratarlas y abandonarlas a la mitad del camino, en el robledal de Corpes, deshonrando así al que en buena hora nació. Sin embargo, su primo se da cuenta y acude a ayudarlas. El Cid informa de todo lo ocurrido al rey y le hace responsable de establecer justicia. Se convocan unas cortes en Toledo, los infantes de Carrión se ven obligados a ir y devolver todo al Cid, además de pelear con sus guerreros en un duelo. Ganan los del Cid, vuelven a Valencia con alegría y con un honor recuperado y Doña Elvira y Doña Sol se casan con los infantes de Navarra y de Aragón, miembros de la realeza. 

La acción tiene lugar en la España del siglo XI, dividida en diferentes reinos, al frente de cada cual había un señor encargado de gobernarlo.

Las relaciones que se establecen entre vasallos y señores, campesinos de los pueblos, los caballeros, los miembros de la nobleza nos reflejan con exactitud la sociedad del momento, en la que se vivía un profundo teocentrismo y en la que el honor, el respeto y la obediencia eran principios fundamentales”. 
 


El título “Cantar de Mío Cid” corresponde al contenido del mismo, ya que es un texto escrito para ser cantado o recitado que nos relata la historia del Cid Campeador, Rodrigo Díaz de Vivar. 

EL AUTOR 

El Cantar del Mío Cid fue escrito aproximadamente en 1140, cuarenta años después de la muerte del Cid, héroe Español de la lucha contra los moros. Parece ser que se escribió en Castilla, en la región entre Medinaceli y Luzón, en la ruta de Burgos a Valencia. Hay un manuscrito incompleto de Per Abbat o Pedro abad que data de 1307. Según Menéndez y Pidal, dice que la autoría es obra de dos poetas. Queda a disposición de los lectores, investigar esto.

CANTAR DEL MIO CID

(Versión Pedro de Salinas).
Los ojos del Mío Cid mucho llanto van llorando;
hacia atrás vuelve la vista y se quedaba mirándolos.
Vio como estaban las puertas abiertas y sin candados,
vacías quedan las perchas ni con pieles ni con mantos,
sin halcones de cazar y sin azores mudados.
Y habló, como siempre habla, tan justo y tan mesurado;
“¡Bendito seas, Dios Mío, Padre que estás en lo alto!
Contra mí tramaron esto mis enemigos malvados”.
 
Ya aguijan a los caballos, ya le soltaron las riendas.
Cuando salen de Vivar con la corneja a la diestra,
pero al ir a entrar a Burgos la llevan a su izquierda.
Movió Mío Cid los hombros y sacudió la cabeza;
“¡Ánimo, Álvar Fáñez, ánimo, de nuestra tierra nos echan,
pero cargados de honra hemos de volver a ella!”



Ya por la ciudad de Burgos el Cid Ruy Díaz entró.
Sesenta pendones lleva detrás el Campeador.
Todos salían a verle, niño, mujer y varón,
a las ventanas de Burgos mucha gente se asomó.
¡Cuantos ojos que lloraban de grande que era el dolor!
Y de los labios de todos sale la misma razón:
“¡Que buen vasallo sería si tuviese gran señor!”
De grado le albergarían, pero ninguno lo osaba,
que a Ruy Díaz de Vivar le tiene el rey mucha saña.
La noche pasada a Burgos llevaron una real carta
con severas prevenciones y fuertemente sellada
mandando que a Mío Cid nadie le diese posada,
que si alguno se la da sepa lo que le esperaba:
Sus haberes perderían, más los ojos de la cara.
Y además se perdería salvación de cuerpo y alma.
Gran dolor tienen en Burgos todas las gentes cristianas;
de Mío Cid se escondían: No pueden decirle nada.

Se dirige Mío Cid donde siempre paraba;
cuando a la puerta llegó se le encuentra bien cerrada.

Por miedo del rey Alfonso acordaron los de casa
que como el Cid no la rompa no se le abrirá por nada.
La gente del Mío Cid a grandes voces llamaba,
los de adentro no querían contestar una palabra.
Mío Cid picó el caballo, a la puerta se acercaba,
el pie sacó del estribo, y con él gran golpe daba,
pero no se abrió la puerta, que estaba muy cerrada.
 
La niña de nueve años muy cerca del Cid se para:
“Campeador que en bendita hora ceñiste la espada,
el rey lo ha vedado, anoche a Burgos llegó su carta,
con severas prevenciones y fuertemente sellada.
No nos atrevemos, Cid, a darte asilo por nada,
porque si no perderíamos los haberes y las casas,
perderíamos también los ojos de nuestras caras.
Cid, en el mal nuestro vos no vais ganando nada.
Seguid y que os proteja Dios con sus virtudes santas”.
Esto le dijo la niña y se volvió hacia su casa.
Bien claro ha visto Ruy Díaz que del rey no espera gracia.
De allí se parte, por Burgos a buen paso atravesaba,
a Santa María llega, del caballo descabalga,
las rodillas hinca en tierra y de corazón rogaba.
Cuando acaba su oración El Cid otra vez cabalga,
de las murallas salió, el río Arlazón cruzaba.
Junto a Burgos, esa villa, en el arenal pasaba,
las tiendas mandó plantar y del caballo se baja.
Mío Cid el de Vivar que en buena hora ciñó espada
en un arenal posó, que nadie le abre su casa.
Pero en torno suyo hay guerreros que le acompañan.



 

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