
Y amábale con toda mi alma
y sentíale dentro del corazón.
¡Gozábale!, y era mi amga,
inspiraba la musa de mi canción.
Era dulce como el agua limpia,
diáfana como el cuarzo hialino,
pura como pétalos de orquídea,
leal como el inocente niño.
Toda ternura y desprendimiento.
Solícita y atenta con el hombre
impulso de su ser en este mundo,
el cual guardó con celo en su cofre
de ente humano, ¡ah! y divino
virtudes bellas que de Dios le vino.
Medellín, 3 de diciembre de 1991