Solo en la poesía se descubre la esencia de la existencia humana y la palabra adquiere el sentido primigenio que le fue robada por la razón instrumental.
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domingo, 6 de septiembre de 2015
martes, 25 de agosto de 2015
CUENTO POETICO
![]() |
Azucena |
Entre a un jardín florido Una tarde
y la olfacción del aroma me extasió.
Una azucena de blanco celestial,
extendió sus Pétalos y me acogió.
Igual que esparce el aroma como el heno,
sentí abrigo de esencia en alarde
en aquella estancia de alivio ambiental.
Y me presente ante la blanca flor:
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Lirio azul |
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Lirio morado |
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Lirio blanco |
morado o blanco; algunas veces hiedo;
Pero en otras, me parezco a ella; yo ...
Soy como la primavera, soy pleno.
Ante la amposidad lozana es por
lo que me lanzo con valentía, al ruedo.
llamada azucena; Otros Dicen, lirio
de los valles; y un hermano muguete:
Quien sustenta el hogar, cual vertical cirio;
es médico de enfermedades cardíacas.
A la madre que esta en edad anciana
sin dejar huella abandono el Jardín
florido. Marcho lejos, mucho... Muy Lejos,
para apropiarse de valioso botín.
No había sospecha de artes maníacas.
Tampoco presunción, pues era la basa.
Nunca mostró falencias ni nunca dejos ...
y abandono a su decrépita madre.
No había a quien solicitarle permiso.
Muguete que hacia las veces de padre,
ya no estaba, ocupaba otros lares;
tal vez ... ¡En muy buenos o malos augurios!
Se esperaba con afán: incauto aviso.
![]() |
Girasol |
Al pasar el tiempo, nació girasol
de Lirio de los Valles y de Anturio.
Girasol o Clita, enamoradora
de Apolo. Un día hubo un murmurio:
Los girasoles se volverían ángeles
y vagarían por cielo de arrebol
y del dios seria acariciadora.
La amada familia del jardín sería
deidad también. Cobijo de aquellos dioses;
había que rescatar a Muguete,
pues el linaje, ascendía de roces
en toda esa magnífica amistad.
A los dioses siempre se les llama usía,
respeto que se da, para evitar gloses.
Lirio de los Valles, recorrió sin ruedos
distancias grandes, por oídas de que,
Mugueta estaba en un destino fijo.
Ella se mantuvo en constante fe;
no dudó, su hermano es calidad.
Pero él, estaba anegado de miedos
y se le humilló como si fuera un hijo.
De regreso a casa conoció a Anturio
y a Girasol, y compartió su aventura:
El trofeo era venta de Zacatín.
Negocio que seria de bregadura.
Si este buen negocio a él, le caló;
para la familia seria su augurio.
¡Todos a laborar en el camarín!
Y se conectó de nuevo la familia.
Avecinando otra vez a la madre.
La prole creció, Anturio se hizo parte;
Girasol, laboraría con su padre.
Lirio de los Valles que de nuevo halló
a Muguete, les ofreció su vigilia
y les llamo a unirse en su arte.
Girasol atendía el
zacatín.
Era una excelente
dependiente.
Cuando su padre,
salió a surtir;
ingresó un individuo
insolente
a la tienda,
agraviando a Girasol,
comportándose como un
arlequín;
apuñaló a Girasol
hasta morir.
Su intención era
violar, más no robar.
Dejó clavado el puñal
en el corazón
de Girasol; por
consiguiente, las huellas.
Estas, le trastocaron
su ambición,
dejando descubrir
aquel tornasol.
¡Ah!... El próspero
negocio del bazar,
dejó en la familia,
penas y mellas.
Llegó el alguacil y
tomó el caso.
Con pasión inició
investigación.
Topó las huellas, las
que analizó;
¡Vaya sorpresa! La
aproximación,
presumió, que sería
la vecindad;
este estudio sería de
tipo craso,
cardo maduro y de
hogar vigente
al conocer a Girasol,
la violó;
porque por ella
sintió amor ardiente,
alterando entre
vecinos la amistad.
Su confección le
subió a la palestra;
cual ejemplo, el
castigo le punzó.
El logro de muguete
para la prole
a trazas y restos
quedó reducido.
Lo que parecía
bienaventuranza,
terminó sobre las
manos del bandido.
¡Tantos esfuerzos y
luchas! Para nada.
Así es siempre: La
lucha crece la mole,
y llega sin querer:
Malaventuranza.
Y de este cuento nos
queda el ejemplo,
una ocasional
moraleja o enseñanza,
“No porque nos
levantemos más temprano,
amanece más ligero”,
la acechanza
es presente en forma
real o en hada,
y siempre construye,
todo un acto abyecto,
como naciendo de lo
oculto o arcano.
18 de julio de 2015
viernes, 7 de agosto de 2015
BATALLA DE BOYACA
Siempre en primavera
y altanera.
Sos Alumbrera,
y a todos amiguera,
siéndonos vía;
y tu bandera
flamea al recuerdo,
Es Que me acuerdo
de aquel acerbo
pasado en Boyacá:
Quitar collera,
Efervescencia
gritamos, y Bolívar
batió acíbar,
nos dio almíbar
de libertad y de amor:
¡Independencia!
7 de agosto de 2015
martes, 4 de agosto de 2015
BERNARDO DOMINGUEZ ALBA
Nació, el 25 de abril de 1902 en la Isla de Taboga, en el Golfo de Panamá, a 20 Kilómetros de la ciudad capital; y Fallece en esta, el 24 de octubre de 1994. Hijo de José Rogelio, natural de Cartagena Colombia y de Angélica Alba, del interior de Panamá, propiamente del cerro El Ancón, en donde eran propietarios de una gran parcela. La misma, que fue vendida al gobierno Norteamericano, para la construcción del canal. Venta que fue muy importante, porque les produjo grandes recursos, permitiendo comprar un condominio para toda la familia. En 1914 Fallece su madre; su padre vuelve a contraer nupcias y de esta unión procrea seis hijos más. Bernardo era el penúltimo de los primeros Seis y heredó de su Madre el asma, Situación que le permitió la excusa para no estar en la intemperie y poder dedicarse a la lectura, que era su pasión.
Realizó su primaria en la isla de Taboga, la
secundaria en el colegio La Salle de ciudad de Panamá; así mismo, humanidades
en el Instituto Nacional, donde se graduó en 1923. Aunque tuvo empleo, no
estuvo muy acorde con este, porque su vocación era las letras. Viajó a Chile en
donde interactuó con escritores y artistas, madurando sus habilidades de
escribir, de contar, de hacer ensayos, de crear novelas, de hacerse como diplomático y enseñorearse como poeta.
Mientras que Ricardo Miró, tuvo la influencia
colombiana; Bernardo Domínguez, lo fue de la chilena. Ambos, hicieron de su
patria el emblema, por eso, se les llama “poetas nacionales”. El primero si bien, modernista;
el segundo, vanguardista. Cada uno en su época, dejó huella; la cual se toma
como espejo, para las generaciones de antaño y hogaño.
Bernardo llega a Italia en 1925 y se matricula en
la universidad La Sapiencia de Roma. Esta experiencia lo induce a mirar otras
corrientes literarias. En 1929 publica su primer libro de poemas llamado
“Onda”, el cual da inicio al movimiento vanguardista en Panamá. Establece su
seudónimo “Rogelio Sinán” (Es una composición entre Sinaí y Renán, se está
aplicando la figura literaria de dicción llamada apócope, toma SI de la
primera y NAN de la segunda, con el cual se le conocerá en su vida literaria y artística. Fue el año también
cuando se esposa con una famosa concertista romana.
En 1930 viaja con su pareja a su país. Ella no está
a gusto y se regresa a Italia, disolviendo el matrimonio; de este suceso nace
su poema “Soledad”, y también el regreso a su Alma Mater como profesor de
castellano.
En 1932, se traslada a París, escribe el cuento “A
la orilla de las estatuas maduras”, la cual se convierte en joya de la
literatura nacional. Retorna a su patria y a su cátedra en el Instituto
Nacional de Panamá.
En 1937, presenta “La cucarachita Mandinga”, es un
relato de la esclavitud africana. En ese año, le nombran Cónsul General de
Panamá en Calcuta, India.
En 1941, organizó y dirigió las Bellas Artes de
Panamá y una compañía de teatro popular.
En 1944, Tiene su segundo matrimonio, se esposa con
Ruth Laws, de descendencia Estadunidense, residente en Boquete Chiriquí. Nacen
dos hijos: Ruth Sinán y Rogelio Sinán (la palabra “Sinán” o el nombre o el fonema, como se
quiera decir, se aplicó como segundo nombre en su propia descendencia)
característica “Sui géneris” del poeta; en ese mismo año publica
“Incendio” en remedo a un incendio que ocurrió cerca de su casa.
En 1945, publica su libro de poemas “Semana Santa
en la Niebla”, obteniendo el premio nacional de poesía.
En 1946, escribe el cuento “Todo un conflicto de
sangre”.
En 1947, gana el premio Ricardo Miró con su obra “Plenilunio”.
Su poca atención a la familia, causó una nueva
separación. Sus hijos van con la “ex” a Boquete.
En 1953, el poeta fue designado como secretario de
la embajada panameña en México DF. Viaje que le permitió acompañarse con sus
hijos, para que completaran sus estudios. En ese país su hija esposó con un
colosense de apellido Perdomo.
Contrajo un tercer matrimonio con Berta María
Cabezas, autora de “Narraciones Panameñas” y educadora del Instituto Nacional.
De esa unión nace Helioconda Sinán
Domínguez. Nuevamente esta unión termina en divorcio y la edad del poeta de 60
años.
Esa seguidilla de matrimonios, dan la sensación de
inestabilidad y , aunque era jovial y chistoso. Pero con una
cualidad que se reflejaba en la literatura de su país, para el cual vivía. Su
obra es demasiado amplia y debe ser tenida muy en cuenta, para ser estudiada
por las generaciones presentes.
Cántico Primaveral, menciona algunas de sus obras:
Poesía “Saloma sin salomar”; los cuentos: "Sueño de Serafín del
Carmen" y "Los pájaros del sueño", "La Boina Roja y cinco
cuentos", "Cuna común", "Cuentos de Rogelio Sinán",
"El candelabro de los malos ofidios y otros cuentos".
En 1979, publica su segundo libro “La Isla Mágica”,
que fue ganadora del premio, Ricardo Miró.
Los ensayos: "Rutas de la novela
panameña", "Significado de Juárez y Maximiliano en dos tragedias
modernas", "Poesía en Panamá", "Doña Perfecta, Doña Bárbara
y la Negra Angustias", "Un modernista panameño: Darío Herrera";
"Mi poesía: Una retrospectiva." y otra obra de teatro titulada
“Chiquilinga”, que obtuvo el premio Ricardo Miró.
En 1996, la Universidad Tecnológica de Panamá, creó
el certamen internacional anual, "Premio Centroamericano de Literatura Rogelio
Sinán", el cual se convoca cada 25 de abril, fecha de su nacimiento. Esa
fecha, es el “Día de la Escritora y el Escritor Panameño” creado, mediante la
Ley N°. 14 del 7 de febrero de 2001. Se otorga la condecoración Rogelio Sinán
consistente en medalla, pergamino y diez mil dólares, el concurso es bienal.
Condecoraciones: Orden Manuel José Hurtado
(Panamá), Orden Vasco Núñez de Balboa, Hijo Meritorio de la Ciudad de Panamá
(Panamá, 1987), Llaves del Distrito e Hijo Meritorio (Taboga, 1987), Orden Alejo Carpentier (Cuba, 1987),
Doctorado Honoris Causa (Universidad de Panamá, 1989), Orden al Mérito
Intelectual (Academia Panameña de la Lengua, 1992).
Obras de Rogelio Sinán:
1929, Onda
1937, LA Cucarachita Mandinga
1944, Incendio
1946, Todo un conflicto de sangre
1947, Dos aventuras en el lejano oriente;
Plenilunio
1949, Semana Santa en la Niebla
1993, Cuna común
1969, Saloma Sin Sal o Mar
Poesía:
Balada Del Seno Desnudo; Soledad; Mancha de Sol; Viaje;
Frescura; Incendio; Su Forma Sobre El Agua; Resurrección; Seguiremos Andando; Lloro
Y Suplica; Soneto; Vigilia De La Sangre; etc.
SOLEDAD
Traje a ti
mi soledad
para que
le dieras alma.
Pero la dejaste sola
en el camino,
¡qué sola
dejaste mi soledad!...
(¡Pensar que la traje a ti
para que le dieras alma!)
BALADA DEL SENO DESNUDO
(¡Que poema tan bello! Como maneja las metáforas)
¡Mangos!... ¡Mira!... ¡Tantos!...
¡Oh!... ¡Uno maduro!...
(¡Dio un salto... y salióse
su seno, desnudo!)
¡Yo salté del árbol!
¡Upa!... ¡Tan!... (¡Qué rudo!)
¡Por mirar de cerca
su seno desnudo!
¡Me miró asustada!
¡Cubrió... lo que pudo
y... huyó...! ¿Qué robaba?
¡Su seno desnudo!
Lejana..., lejana...
me envío su saludo.
(¡Yo seguía mirando
su seno desnudo!)
¡Perfume silvestre
de mangos maduros!,
¿por qué me recuerdas
su seno desnudo?...
SU FORMA SOBRE EL AGUA
A la hora equidistante del pez amanecido
con la primera espuma de la mañana, flota,
como un presentimiento de bostezo salino,
su forma sin aristas, deshilachada, fofa.
Flota, digo, la niebla, crispada de ladridos,
amarrando en las jarcias elásticas gaviotas.
Y, al recoger el hombre su red, semidormido,
quizá tema al espectro que va sobre las olas.
Del libro: Semana Santa en la Niebla
Primer Premio Nacional de Poesía
Concurso Literario "Ricardo Miró" 1949
ANHELO FINAL
¡Oh!... ¡Probar el deleite
(si pudiera olvidarte)
de volver a quererte!
Del libro: Onda. 1929
Me atreví a hacer este mismo poema en Haicu, Poema de
origen japonés: Medido el poema: 5, 7, 5 sílabas cada verso, con sinalefa los
dos últimos versos.
¡Probar deleite,
Si pudiera olvidarte,
Torno a quererte!
Elkin de Jesús Uribe Carvajal
(canticoprimaveral.blogspot.com)
3 de agosto de 2015
sábado, 25 de julio de 2015
RICARDO MIRO DENNIS
Hablar de
Ricardo Miro, es hacerlo de la república
de Panamá; porque Ricardo, con gran calidad, expone lo que siente por su Nación,
en su magna poesía “Patria”, publicada en 1909.
Ricardo
nace, siendo en esa ocasión Estados Unidos de Colombia, en Panamá, el 5 de
noviembre de 1883 y fallece, en el mismo país, el 2 de marzo de 1940, cuando
estaba en toda su adultez y maduración a los 57 años.
Me he
preguntado muchas veces, ¿Por qué conocemos tanto la literatura de otros países
y no los de Panamá?, ¿qué pasa con la divulgación de los escritores Panameños o
con el arte de este país? La divulgación nacional e internacional les
corresponde a las autoridades nacionales, en apoyo con los centros culturales y
literarios de la nación. A veces también me cuestiono, ¿dónde está la universidad?,
le corresponde a los centros de estudios, para el caso la universidad, coadyuvar
a hacerlo.
Cuando de
paso para Colombia y Argentina, Rubén Darío, el poeta Nicaragüense, en 1907, Ricardo
le conoce. Cántico Primaveral tiene la presunción, de que la influencia que el
primero hace al segundo del modernismo, es ninguna (al menos directamente),
seguramente Ricardo ya había incursionado en el Modernismo y en el neo
romanticismo; porque, en 1909 Ricardo ya estaba editando la primera parte de su
cosecha poética, y en ese mismo año, escribió Patria, poema que es un canto
nacional, donde muestra su modernismo. Patria, es un poema de cuartetas con
ritma entrecruzada asonante (Una rima asonante es aquella que se produce entre palabras de diferentes versos en las que coinciden las vocales
acentuadas de cada sílaba a partir de la última vocal tónica. Es decir: hay una coincidencia parcial y se repiten únicamente las vocales).
Ricardo estudió en Bogotá en
el Colegio Mayor y regresó a Panamá, cuando estalló la guerra de los mil días
en 1899. Durante 10 años trabajó en El Heraldo del Istmo, revista en donde se
publicaron sus primeros versos.
En 1908 y en 1911 desempeñó
el cargo de Cónsul en Barcelona España. Su poema Patria es una composición
realizada fuera de su país, porque en este resalta la nostalgia sentida por
estar lejos de su tierra. Entre 1919 y 1927 fue director de la oficina de
Archivos Nacionales. Entre 1926 y 1940 fue secretario de la Academia Panameña
de la Lengua.
Su obra es amplia, aunque
vivió solamente 57 años:
1905: La Última Gaviota
1908: Preludios
1909: Patria
1916: Segundos Preludios
1918: A Portobello
1919: La Leyenda del
Pacífico
1922: Flor
de María
1925:
Versos Patrióticos y Recitaciones Escolares
1929:
Caminos Silenciosos; Poema de la Reencarnación
Solamente
en 1956, el escritor Mario Augusto Rodríguez, recopiló sus cuentos, que habían
sido conocidos en publicaciones de periódicos y revistas locales.
Fue poeta
y escritor, diplomático y empleado público. Es considerado como el poeta
nacional de Panamá, el cual lo comparte con Rogelio Sinán; modernista y neo romántico.
Dos años después de su muerte, se instauro el CONCURSO NACIONAL DE LITERATURA “RICARDO
MIRO”, para escritores panameños, residentes en o fuera del país y que compitan
con obras inéditas; aunque el concurso desapareció en 1945; con los buenos
oficios de Moisés Castillo, por decreto ley fue restablecido en 1946. En la
actualidad lo realiza el Instituto Nacional de Cultura de Panamá (Inac).
Patria
¡Oh Patria tan pequeña, tendida sobre un istmo
donde es el mar más verde y es más vibrante el sol,
en mí resuena toda tu música, lo mismo
que el mar en la pequeña celda del caracol!
Revuelvo la mirada y a veces siento espanto
cuando no veo el camino que a ti me ha de tornar...
¡Quizá nunca supiera que te quería tanto
si el Hado no dispone que atravesara el mar...!
La Patria es el recuerdo... Pedazos de la vida
envueltos en jirones de amor o de dolor,
la palma rumorosa, la música sabida,
el huerto ya sin flores, sin hojas, sin verdor.
La Patria son los viejos senderos retorcidos
que el pie, desde la infancia, sin tregua recorrió,
en donde son los árboles antiguos conocidos
que al paso nos conversan de un tiempo que pasó.
En vez de estas soberbias torres con áurea flecha
en donde un sol cansado se viene a desmayar,
dejadme el viejo tronco donde escribí una fecha,
donde he robado un beso, donde aprendí a soñar.
¡Oh, mis vetustas torres queridas y lejanas;
yo siento las nostalgias de vuestro repicar!
He visto muchas torres, oí muchas campanas,
pero ninguna supo, ¡torres mías lejanas!,
cantar como vosotras, cantar y sollozar.
¡Oh Patria tan pequeña, tendida sobre un istmo
donde es el mar más verde y es más vibrante el sol,
en mí resuena toda tu música, lo mismo
que el mar en la pequeña celda del caracol!
Revuelvo la mirada y a veces siento espanto
cuando no veo el camino que a ti me ha de tornar...
¡Quizá nunca supiera que te quería tanto
si el Hado no dispone que atravesara el mar...!
La Patria es el recuerdo... Pedazos de la vida
envueltos en jirones de amor o de dolor,
la palma rumorosa, la música sabida,
el huerto ya sin flores, sin hojas, sin verdor.
La Patria son los viejos senderos retorcidos
que el pie, desde la infancia, sin tregua recorrió,
en donde son los árboles antiguos conocidos
que al paso nos conversan de un tiempo que pasó.
En vez de estas soberbias torres con áurea flecha
en donde un sol cansado se viene a desmayar,
dejadme el viejo tronco donde escribí una fecha,
donde he robado un beso, donde aprendí a soñar.
¡Oh, mis vetustas torres queridas y lejanas;
yo siento las nostalgias de vuestro repicar!
He visto muchas torres, oí muchas campanas,
pero ninguna supo, ¡torres mías lejanas!,
cantar como vosotras, cantar y sollozar.
La Patria es el recuerdo... Pedazos de la vida
envueltos en jirones de amor o de dolor;
la palma rumorosa, la música sabida,
el huerto ya sin flores, sin hojas, sin verdor.
¡Oh Patria tan pequeña que cabes toda entera
debajo de la sombra de nuestro pabellón:
quizás fuiste tan chica para que yo pudiera
llevarte toda entera dentro del corazón!
SONETO DEL
ATARDECER
Desde que vi tu diáfano pañuelo
mandándome un adiós tengo una pena
tan callada, tan mía, tan serena,
que ya más que una pena es un consuelo.
Miro al azul, y me entristece el cielo;
miro hacia el mar, y el mismo mar me apena,
y hasta la luna, para mi tan buena,
hoy agrava mi sordo desconsuelo;
porque viendo el azul quiero ser ave;
porque viendo hacia el mar quiero ser nave
e ir hacia ti, movido por las brisas;
porque miro a la luna y se que ahora
pone en tu blanca frente soñadora
la más pura de todas sus sonrisas.
viernes, 17 de julio de 2015
JOSE ZORRILLA MORAL
Para hablar de José Zorrilla Moral, hay que comprender lo que
fue el movimiento “El Romanticismo”, corriente ideológica y artística de
finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Se manifiesta en el arte;
por consiguiente a la literatura en todas sus expresiones, ópticas y acústicas;
ejemplo, en la primera: arquitectura, escultura, pintura, etc. En la segunda,
la música, la literatura propiamente dicha, la poesía, etc. Se funda en la
libertad absoluta de la creación valorando los elementos instintivos y
sentimentales, por encima de la razón. Valora los sentimientos apasionados del
hombre. Se constituye en un movimiento de libertad.
Hijo de su homónimo, José Zorrilla Caballero, Conservador,
seguidor de Carlos V de España; y Nicomedes
Moral, mujer de estirpe piadosa, pero bastante tímida.
Nació en Torquemada, Valladolid en mil ochocientos diez y
siete (1817) y murió en Madrid en mil ochocientos noventa y tres (1893) a la
edad de setenta y seis (76) años; le tocó el nacimiento del Romanticismo y su
mayor auge. A los nueve (9) años, luego
de que se familia pasara por Burgos y Sevilla, se establecieron en Madrid, en
donde su progenitor fue superintendente de policía y él ingresaba al seminario
de Nobles, regentado por Jesuitas. Empezando a mostrar sus visos en
representaciones teatrales. Por los avatares del destino llegó a la Real
Universidad de Toledo a la égida de un pariente canónigo. No era este su rumbo,
gustaba más de literatura: Walter Scott, Chateaubriand, Victor Hugo, Alejandro
Dumas, Esponceda, entre otros; y se ideó la forma de volver a Madrid e
incursionar al mundo artístico y bohémico. A la muerte de Mariano José de
Larra, escritor romántico, en el entierro leyó una de sus composiciones, y fue
revelado como poeta. Versos de consagración como tal, así llegó a El Español,
periódico fundado por Larra.
En 1839 se esposó con Florentina O’Reilly, irlandesa, viuda,
y con un hijo. De edad superior a él en diez y seis (16) años. Unión difícil e
imposible de llevar, lo que causo su huida al extranjero, Francia y México, en
este último país estuvo al servicio del emperador Maximiliano.
En 1865, luego de la muerte de su señora esposa, de nuevo
contrae nupcias con Juana Pacheco, quien le apoyó hasta sus últimos años de
vida.
La Real Academia Española lo eligió su miembro en 1848 e
ingresó sólo en 1885. A su regreso del exterior, en 1866 fue recibido con
entusiasmo, abriendo la puerta para que en 1889 le coronaran en Granada como
príncipe de los poetas nacionales.
Fue poeta, lírico, narrativo, teatrero, dramaturgo,
historiador y patriota, romántico conservador por antonomasia, contrario a José
de Esponceda. Un día expresó: “He aprendido desde muy joven, una cosa muy difícil de poner
en práctica: El arte de hablar mucho sin decir nada, que es en lo que consiste
generalmente la poesía lírica”.
Sus obras:
En dramaturgia: Don Juan Tenorio, El Zapatero y El Rey, El
Puñal del Godo, Traidor Inconfeso y Mártir.
En teatro: Se rompe la mezcla entre prosa verso y lenguaje
exaltado; en lo histórico: Las tradiciones y el folklore; en leyendas
medioevales: El Romancero, El teatro del siglo de oro, en búsqueda de lo
verdaderamente español. Otros temas: Los milagros, la intervención divina, la
ortodoxia religiosa, etc. En poesía narrativa: Margarita La Tornera, A buen
juez mejor testigo, el Cristo de la vega, etc.
Cuando se habla de belleza literaria, casi por lo regular, se
coloca como ejemplo, unas cuartetas de su poema EL CREPÚSCULO DE LA TARDE, es
tan bello ese poema, que cántico primaveral lo trae a colación en su totalidad,
para que el lector opine.
Sentado en una peña de este monte
Tapizado de enebros y maleza,
Estoy viendo en el cárdeno horizonte
Reverberar el sol en su grandeza.
Y allá esconde su luz tras la colina,
Y se cree que su sombra nos oculta
Otra región luciente y cristalina
Do airado el sol su púrpura sepulta.
Arde la cima; el horizonte extenso
Trémulo brilla con purpúrea lumbre;
Un mar de grana le circunda inmenso,
Y un piélago de sol flota en la cumbre.
El sol se va; su rastro luminoso
Ha quedado un instante en su camino:
¿Quién seguirá en su curso misterioso
La infinita inquietud de su destino?
El sol se va; la sombra se amontona;
Las nubes en opacos escuadrones
Avanzan al ocaso, y se abandona
La atmósfera a sus rápidas visiones.
Si es que despiden a la luz del día,
Si atropellan la luz porque se acabo,
Si son cifras de paz o de agonía,
Desde el Sumo Hacedor nadie lo sabe.
El sol se va; las nieblas se levantan;
Los fuegos del crepúsculo se alejan;
Murmura el árbol y las aves cantan;
Y ¿quién sabe si aplauden o se quejan?
Gime la fuente, y silban los reptiles
Que guarda entre sus algas la laguna,
Y las estrellas por Oriente a miles
Trepan en pos de la inocente luna.
El sol se va; ya en ilusión tranquila,
De aérea nube entre el celaje gayo
Que tras su lumbre con afán se apila,
Desmayado pintó su último rayo.
Adiós, fúlgido sol, gloria del día!
Duerme en tu rico pabellón de grana;
Ora nos dejas en la noche umbría,
Pero radiante volverás mañana.
Húndete en paz, ¡oh sol! que yo te espero;
Yo sé que volverás de esas regiones
Do allende el mar, como a inmortal viajero,
Te esperan otro mar y otras naciones.
Y te esperan allá porque allá saben
Que al hundirte en la playa más lejana
Les dejas en tinieblas porque alaben
La nueva luz que les darás mañana.
Yo sé que volverás, ¡luz de los cielos!
Y ese volcán con que tu ocaso llenas
Del alba al desgarrar los tenues velos,
Cinta será de blancas azucenas,
Ve en paz, y allá te encuentres bulliciosa
Otra feliz desconocida gente,
Que ora tal vez pacífica reposa
A la luz de la luna transparente.
Ve en paz, ¡oh rojo sol! si allí te esperan:
Que allí, tras otros mares y otros montes,
Derramados tus rayos reverberan
En otros infinitos horizontes.
Tapizado de enebros y maleza,
Estoy viendo en el cárdeno horizonte
Reverberar el sol en su grandeza.
Y allá esconde su luz tras la colina,
Y se cree que su sombra nos oculta
Otra región luciente y cristalina
Do airado el sol su púrpura sepulta.
Arde la cima; el horizonte extenso
Trémulo brilla con purpúrea lumbre;
Un mar de grana le circunda inmenso,
Y un piélago de sol flota en la cumbre.
El sol se va; su rastro luminoso
Ha quedado un instante en su camino:
¿Quién seguirá en su curso misterioso
La infinita inquietud de su destino?
El sol se va; la sombra se amontona;
Las nubes en opacos escuadrones
Avanzan al ocaso, y se abandona
La atmósfera a sus rápidas visiones.
Si es que despiden a la luz del día,
Si atropellan la luz porque se acabo,
Si son cifras de paz o de agonía,
Desde el Sumo Hacedor nadie lo sabe.
El sol se va; las nieblas se levantan;
Los fuegos del crepúsculo se alejan;
Murmura el árbol y las aves cantan;
Y ¿quién sabe si aplauden o se quejan?
Gime la fuente, y silban los reptiles
Que guarda entre sus algas la laguna,
Y las estrellas por Oriente a miles
Trepan en pos de la inocente luna.
El sol se va; ya en ilusión tranquila,
De aérea nube entre el celaje gayo
Que tras su lumbre con afán se apila,
Desmayado pintó su último rayo.
Adiós, fúlgido sol, gloria del día!
Duerme en tu rico pabellón de grana;
Ora nos dejas en la noche umbría,
Pero radiante volverás mañana.
Húndete en paz, ¡oh sol! que yo te espero;
Yo sé que volverás de esas regiones
Do allende el mar, como a inmortal viajero,
Te esperan otro mar y otras naciones.
Y te esperan allá porque allá saben
Que al hundirte en la playa más lejana
Les dejas en tinieblas porque alaben
La nueva luz que les darás mañana.
Yo sé que volverás, ¡luz de los cielos!
Y ese volcán con que tu ocaso llenas
Del alba al desgarrar los tenues velos,
Cinta será de blancas azucenas,
Ve en paz, y allá te encuentres bulliciosa
Otra feliz desconocida gente,
Que ora tal vez pacífica reposa
A la luz de la luna transparente.
Ve en paz, ¡oh rojo sol! si allí te esperan:
Que allí, tras otros mares y otros montes,
Derramados tus rayos reverberan
En otros infinitos horizontes.
Tú alumbras las recónditas riberas
Donde una gente indócil y atezada
Alza en medio de bosques de palmeras
Las tiendas en que duerme descuidada.
Tú alumbras las medrosas soledades
Donde no crecen árboles ni flores,
Donde ruedan las roncas tempestades
Sobre un vasto arenal sin moradores.
Tú alumbras en sus márgenes cercanas
Un pueblo altivo que a tu luz vasallo
Te muestra sus bellísimas sultanas
En el secreto harán de su serrallo.
Tú ves el blanco y voluptuoso seno
De la europea en su niñez cautiva,
El rojo labio de suspiros lleno,
La frente avergonzada, pero altiva.
Tú ves la indiana de ébano orgullosa
Con su tostada y vívida hermosura,
Que entre dos labios de encendida rosa
Asoma de marfil su dentadura.
Tú alumbras esas danzas y festines
En que negras y blancas confundidas
Unas de otras se ven en los jardines
Cual sombra de sus cuerpos desprendidas.
Tú alumbras los recuerdos portentosos
De Atenas, de Palmira y Babilonia,
Y a par te esperan, de tu lumbre ansiosos,
Monstruos de Egipto y cisnes de Meonia.
Te esperan las cenizas de Corinto,
Las playas olvidadas de Cartago,
Y del chino el recóndito recinto,
Y el salvaje arenal del indio vago.
Te esperan de Salen los rotos muros,
Del muerto mar los ponzoñosos riscos,
Que de los pueblos de Gomorra impuros
Son a la par sepulcros y obeliscos.
Donde una gente indócil y atezada
Alza en medio de bosques de palmeras
Las tiendas en que duerme descuidada.
Tú alumbras las medrosas soledades
Donde no crecen árboles ni flores,
Donde ruedan las roncas tempestades
Sobre un vasto arenal sin moradores.
Tú alumbras en sus márgenes cercanas
Un pueblo altivo que a tu luz vasallo
Te muestra sus bellísimas sultanas
En el secreto harán de su serrallo.
Tú ves el blanco y voluptuoso seno
De la europea en su niñez cautiva,
El rojo labio de suspiros lleno,
La frente avergonzada, pero altiva.
Tú ves la indiana de ébano orgullosa
Con su tostada y vívida hermosura,
Que entre dos labios de encendida rosa
Asoma de marfil su dentadura.
Tú alumbras esas danzas y festines
En que negras y blancas confundidas
Unas de otras se ven en los jardines
Cual sombra de sus cuerpos desprendidas.
Tú alumbras los recuerdos portentosos
De Atenas, de Palmira y Babilonia,
Y a par te esperan, de tu lumbre ansiosos,
Monstruos de Egipto y cisnes de Meonia.
Te esperan las cenizas de Corinto,
Las playas olvidadas de Cartago,
Y del chino el recóndito recinto,
Y el salvaje arenal del indio vago.
Te esperan de Salen los rotos muros,
Del muerto mar los ponzoñosos riscos,
Que de los pueblos de Gomorra impuros
Son a la par sepulcros y obeliscos.
Tú sabes dónde están las calvas peñas
En donde los primeros cenobitas,
De Cristo tremolaron las enseñas,
Alcázares tornando sus ermitas.
Tú sabes el origen de las fuentes,
Los mares que no surcan raudas velas,
En qué arenas se arrastran las serpientes,
Y en qué desierto vagan las gacelas.
Tú sabes dónde airado se desata
El ronco y polvoroso torbellino,
Dónde muge la excelsa catarata,
Por dónde el hondo mar se abre camino
Mas ya en tu ocaso tocas y te alejas;
Ante ese inmenso pabellón de grana,
Cuán ciego sin tu luz ¡oh sol! me dejas....
Más vete en paz, que volverás mañana.
¡Mañana! ¡Y en tanto crecen
Esos fantasmas de niebla
Con que el ambiente se puebla
En fantástico tropel!
Y se agolpan esas nubes
Que acaso al sol atropellan,
Se confunden y se estrellan,
Despeñándose tras él.
¡Mañana! Y de aquesta sombra
Entre el denso opaco velo,
No veo. El azul del cielo,
Valles, ni montes, ni mar.
¡Mañana! Y ora encerrado
En esta atmósfera oscura,
Sé que existe la hermosura,
Sin poderla contemplar.
¡Mañana! Y en esta noche
Tan tenebrosa en que quedo,
Me acongojan y dan miedo
La noche y la soledad;
Doquier que vuelvo los ojos,
Doquier que tienda una mano,
Miro y toco el ser liviano
De la negra oscuridad.
Ciento que a mi lado vagan
Fantasmas que no conozco;
Veo luces que se apagan
Al intentarlas seguir;
Doquier que tienda una mano,
Miro y toco el ser liviano
De la negra oscuridad.
Ciento que a mi lado vagan
Fantasmas que no conozco;
Veo luces que se apagan
Al intentarlas seguir;
Percibo voces medrosas
Que entre la niebla se pierden,
Sin saber lo que recuerden
Ni lo que intenten decir.
Siento herirme la mejilla
Un soplo vago y errante,
Como un suspiro distante
De alguien que pasa por mí.
Tiemblo entonces, temo y dudo;
Mis años y mis momentos
Me tienen mis pensamientos
En estrecha cuenta allí.
¿Qué negro sueño es aquéste,
Qué delirio el que padezco?
Esta sombra que aborrezco,
¿Cuándo pasa? ¿Adónde va?
La siento sobre mi frente
Que en masa gigante rueda,
Y siempre sobre mí queda,
Siempre ante mi vista está.
En la sombra, me dijeron,
Se delira y se descansa,
El pesar duerme y se amansa,
La aflicción toca en placer:
En la sombra estamos solos,
No nos oyen ni nos miran,
Todos los ecos conspiran
Nuestro mal a adormecer.
Mas yo aquí conmigo mismo,
Oigo y veo, toco y siento
A mi propio pensamiento
Y a mi propio corazón:
No estoy solo, no descanso,
Me oyen, me ven, no deliro.....
Y estos fantasmas que miro,
¿Qué me quieren? ¿Quiénes son?
Oigo el agua que murmura,
Siento el aura que se mueve,
Miro y toco, y sombra leve
Hallo sólo en derredor;
Busco afanoso, y no encuentro;
Pregunto, y no me responden:
¡Ay! ¿Dó están, y dó se esconden
Los consuelos del dolor?
No sé; que el cielo encapotan
Esas nubes cenicientas
Que se arrastran turbulentas
Por la atmósfera sutil;
No sé....; mas siento que todos
Los recuerdos de mi vida,
En tropa descolorida
Me asaltan de mil en mil.
No sé; porque ¡no es reposo
Este nocturno tormento
Que el escuadrón macilento
De mis recuerdos me da!
¡Tantas imágenes bellas
Que giran en mi memoria!
¡Tantas creencias de gloria
Que son ilusiones ya!
Flores marchitas del tiempo,
De olor exquisito y sumo,
Que pasaron como el humo,
Que no volverán jamás.....
Sol, tú has hundido tu frente
Tras la espalda de ese monte;
Mañana en el horizonte
Otra vez te elevarás.
Sol, ¡mañana más radiante,
En los brazos de la aurora
Tornará tu encantadora
Soberana esplendidez!
Tras la espalda de ese monte;
Mañana en el horizonte
Otra vez te elevarás.
Sol, ¡mañana más radiante,
En los brazos de la aurora
Tornará tu encantadora
Soberana esplendidez!
Sol, tú ruedas por los cielos;
Mas por el cielo que pueblas,
Yo tropiezas con las nieblas
De esta vaga lobreguez.
Sol, tú vuelves más sereno
De tu viaje cotidiano;
Sol, tú no esperas en vano
Que volverás desde allí.
Sí, tú volverás mañana;
Mas al, tocar en tu Oriente,
¿Sabes tú, sol refulgente,
Si mañana estaré aquí?
Mas vota en paz, ¡oh sol! baja tranquilo
Por ese rastro de esplendente grana:
Yo en esta roca buscará un asilo
Hasta que vuelvas otra vez mañana.
Me han dicho que en la noche silenciosa
Los espíritus vagan en el viento,
Que flotan en la niebla misteriosa
Sílfides blancas de aromado aliento,
Que las aéreas sombras bien hadadas
De los que eran aquí nuestros amigos,
Vienen sobre las brisas desatadas,
Del nocturno reposo a ser testigos.
Me han dicho que en los bosques apartados,
En las márgenes frescas de los ríos,
Por el agua y las hojas arrullados,
En torno de los árboles sombríos,
Danzan alegres, de su paz gozando,
Y a los que en vida, con afán querían,
Desde la turba de su alegre bando
Ilusiones dulcísimas envían.
Y dicen que esos son los halagüeños
Fantasmas que en la noche nos embriagan,
Esos los blancos y amorosos sueños
Que en nuestra mente adormecida vagan.
Tal vez será verdad; vendrán acaso
Nuestra vida a endulzar esas visiones,
Y de una estrella al resplandor escaso,
Entonarán sus mágicas canciones.
Sí; tal vez a sus madres amorosas
Colmarán de purísimos cariños
Las transparentes sombras vaporosas
De los risueños inocentes niños.
Tal vez venga el esposo enamorado
Al triste lecho de la esposa viuda
A darla en paz el beso regalado
Que en su labio agostó la muerte ruda.
Tal vez sean en voz esos suspiros
Con que la oscura soledad resuena,
Y en aliento esa brisa a cuyos giros
Mansa murmura la floresta amena
Tal vez será verdad; pero a mí ¡triste!
Que no me vela amante y cuidadosa
Esa sombra que a alguno en paz asiste,
Amigo, hermano, idolatrada esposa;
A mí, que no me cercan esos vagos
Benéficos fantasmas de la noche,
Que en las ondas se mecen de los lagos,
o de la flor en el cerrado broche;
A mí ¡triste de mí! no me acompañan
Esas sombras de amor, blancas y bellas,
Porque mi adusta soledad extrañan,
Porque yo velo mientras vagan ellas.
Y a los que en vida, con afán querían,
Desde la turba de su alegre bando
Ilusiones dulcísimas envían.
Y dicen que esos son los halagüeños
Fantasmas que en la noche nos embriagan,
Esos los blancos y amorosos sueños
Que en nuestra mente adormecida vagan.
Tal vez será verdad; vendrán acaso
Nuestra vida a endulzar esas visiones,
Y de una estrella al resplandor escaso,
Entonarán sus mágicas canciones.
Sí; tal vez a sus madres amorosas
Colmarán de purísimos cariños
Las transparentes sombras vaporosas
De los risueños inocentes niños.
Tal vez venga el esposo enamorado
Al triste lecho de la esposa viuda
A darla en paz el beso regalado
Que en su labio agostó la muerte ruda.
Tal vez sean en voz esos suspiros
Con que la oscura soledad resuena,
Y en aliento esa brisa a cuyos giros
Mansa murmura la floresta amena
Tal vez será verdad; pero a mí ¡triste!
Que no me vela amante y cuidadosa
Esa sombra que a alguno en paz asiste,
Amigo, hermano, idolatrada esposa;
A mí, que no me cercan esos vagos
Benéficos fantasmas de la noche,
Que en las ondas se mecen de los lagos,
o de la flor en el cerrado broche;
A mí ¡triste de mí! no me acompañan
Esas sombras de amor, blancas y bellas,
Porque mi adusta soledad extrañan,
Porque yo velo mientras vagan ellas.
Yo no tengo una madre ni un amigo
Que deje los alcázares del cielo,
Y en nocturna visión venga conmigo
A prestarme en mi afán calma o consuelo
Yo, a quien los suyos ofendidos lloran,
A quien no deben más que su amargura,
Recelo de los mismos que ¡no adoran,
Temo el misterio de la sombra oscura.
No hallo en ella ni sílfides, ni magas,
Que en esas solitarias ilusiones
Sólo siento en redor torvas y vagas
Las memorias de hiel de mis pasiones.
No quiero sombra. ¡Oh noche, te aborrezco!
Odio la luz de tu tranquila luna,
Ante tus bellas sombras me estremezco,
Porque no tienes para mí ninguna.
Yo espero al sol; baja refulgente,
Revestido de pompa soberana;
Yo espero al sol, que por el, rojo Oriente
Vuelve a nacer espléndido mañana.
Yo amo la luz, y el cielo, y los colores,
Detesto las tinieblas, amo el día;
Todas en él las auras son olores,
Todos en él los ruidos armonía.
Entonces reverbera el manso río,
Abren su cáliz rosas y azucenas,
Y las lágrimas puras del rocío
Bordan sus hojas, de perfume llenas.
Yo espero al sol; entonces se levanta
La tierra a saludarle perezosa,
Y el ruiseñor entre los olmos canta,
Y llena blando son la selva umbrosa.
Yo espero al sol, porque su luz gigante
Me deslumbra y embriaga y enloquece,
Y al seguirla en su curso rutilante,
Mi pesar en el pecho se adormece.
Sol..., ¡inmortal y espléndido viajero!
Yo como tú me perderé sin tino,
Iré, desconocido pasajero,
Sin término vagando y sin camino.
Ya bramen los revueltos temporales,
Ya murmuren las brisas perfumadas,
Ya cruce por desiertos arenales,
Ya me pierda en florestas encantadas;
En los mullidos lechos de un serrallo,
En la triste mansión de una mazmorra,
Altivo triunfador, servil vasallo,
Negra fortuna o liberal me acorra,
Te buscaré a través de las cadenas,
Bajo los ostentosos pabellones,
Del río por las márgenes amenas
Y a través de los rotos murallones.
Yo buscaré tu lumbre soberana
Del mar tras los cristales movedizos,
Y soñando a los pies de una sultana,
En la espiral de sus flotantes rizos.
Y tal vez de un proscrito los cantares
Desde unas costas lúgubres y solas,
Lleguen, cruzando los inmensos mares,
A sus queridas playas españolas.
¡Feliz entonces si al fin pasados
Mis locos, criminales extravíos,
De mis fúnebres cánticos tocados,
Les merezco una lágrima a los míos!
Conjuraré a los céfiros ligeros
De aquellas selvas a la mar vecinas,
Y a los rápidos bandos pasajeros
De las sueltas y pardas golondrinas.
Que ingrato a cuanto amé, solo y perdido,
Un verdugo alimento en mi memoria;
Y para hundirla entera en el olvido,
Loco deliro un porvenir de gloria.
Yo como tú me perderé sin tino,
Iré, desconocido pasajero,
Sin término vagando y sin camino.
Ya bramen los revueltos temporales,
Ya murmuren las brisas perfumadas,
Ya cruce por desiertos arenales,
Ya me pierda en florestas encantadas;
En los mullidos lechos de un serrallo,
En la triste mansión de una mazmorra,
Altivo triunfador, servil vasallo,
Negra fortuna o liberal me acorra,
Te buscaré a través de las cadenas,
Bajo los ostentosos pabellones,
Del río por las márgenes amenas
Y a través de los rotos murallones.
Yo buscaré tu lumbre soberana
Del mar tras los cristales movedizos,
Y soñando a los pies de una sultana,
En la espiral de sus flotantes rizos.
Y tal vez de un proscrito los cantares
Desde unas costas lúgubres y solas,
Lleguen, cruzando los inmensos mares,
A sus queridas playas españolas.
¡Feliz entonces si al fin pasados
Mis locos, criminales extravíos,
De mis fúnebres cánticos tocados,
Les merezco una lágrima a los míos!
Conjuraré a los céfiros ligeros
De aquellas selvas a la mar vecinas,
Y a los rápidos bandos pasajeros
De las sueltas y pardas golondrinas.
Que ingrato a cuanto amé, solo y perdido,
Un verdugo alimento en mi memoria;
Y para hundirla entera en el olvido,
Loco deliro un porvenir de gloria.
Gloria o sepulcro ¡oh, sol! busco anhelante;
Gloria o tumba tendrá mi audacia insana.
Si buscas mi destino, ¡oh sol radiante!
Yo estaré aquí; levántate mañana.
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