LEOPOLDO LUGONES
Poeta, ensayista,
periodista y político argentino, nació en Villa de María de Río Seco (Córdoba)
el 13 de junio de 1874 y se suicidó en el Tigre, San Fernando, provincia de Buenos
Aires, el 18 de febrero de 1938, a la edad de 64 años. Hijo de Santiago y
Custodia Argüello.
En el período de la niñez
cuando su docilidad era sometida al seno de su hogar, fue trasladado a Santiago
del Estero, y luego a Ojo de Agua, un villorrio de pocos habitantes y en donde
cursó su primaria. Se destacó por su memoria, la lectura y las ciencias
naturales. Fue amenizador de tertulias familiares y de amigos.
Luego sus padres lo
trasladaron a Córdoba con su abuela materna, por poco tiempo, para realizar los
estudios superiores. Sus padres se trasladaron también a este sitio y
rehicieron el hogar familiar.
En 1892, el hogar pasó por
una crítica situación económica y Leopoldo tuvo que empezar a trabajar para
asistirlo, situación que lo llevó a convertirse en un autodidacta. Esto abrió
el horizonte para ingresar a la vida pública, recitar su primera composición en
el teatro Indarte, dirigir el periódico liberal anticlerical “El Pensamiento
Libre” y alistarse voluntariamente para enfrentar a las fuerzas radicales
sublevadas en Rosario.
Se convierte en payador
(cantor popular que acompañándose con una guitarra y generalmente en
contrapunto con otro, improvisa sobre temas variados). Publica versos con
seudónimo de Gil Paz, promueve huelgas estudiantiles y funda el Centro
Socialista.
En 1896, en Buenos Aires,
contrae matrimonio con Juana González con la que formó una unión marital basada
en el principio de la fidelidad; de esta unión nace Leopoldito o Leopoldo Jr.,
único heredero y recordado en Argentina por haber instaurado la picana
eléctrica, método de tortura en Argentina, se une al grupo socialista de
escritores en donde comparte con Ernesto de la Córcova, Roberto Payró, José
Ingenieros, entre otros. Fue gran amigo de Rubén Darío a los 22 años, y promovido
por este, a escribir en el periódico La Nación. También hacía escritos para los
periódicos La Vanguardia y para La Tribuna.
En 1897, publica el libro
Las Montañas del Oro con influencia del romanticismo francés. Versos medidos y
libres, prosa poética e inicio del modernismo. También se muestra en
Crepúsculos del Jardín (1905) y Lunario Sentimental (1909). Influencia
modernista hispanoamericana y a nuevas corrientes literarias francesas:
Parnasianismo, simbolismo, decadentismo.
Antes en 1906, el poeta
muestra sus habilidades para escribir cuentos de misterios, que se muestran en
su obra Las Fuerzas Extrañas.
En 1910, hay un quiebre en
su trabajo, con Las Odas Seculares, exaltación de las riquezas argentinas
inspiradas en Virgilio.
En 1912, El Libro Fiel, lo
vuelve intimista y cotidiano. En los libros Los Paisajes (1917), Las Horas
Doradas (1922), Romances del Río Seco (obra póstuma) se muestra una poesía
narrativa.
Como cuentista escribe Las
Fuerzas Extrañas (1906) y Cuentos Fatales (1926), desarrollando la literatura
fantástica, que lo liga con Horacio Quiroga y anuncia a Jorge Luis Borges a
Julio Cortázar y Adolfo Bioy.
Escribe la novela El Ángel
de la Sombra (1926). Traduce parte de la Ilíada de Homero.
Su pensamiento político se
encuentra en los libros Mi Beligerancia, en la Patria Fuerte y en La Grande
Argentina.
Su obra poética es muy
amplia, se puede mencionar:
Delectación Amorosa: A los Gauchos; la tarde clara; el picaflor; la torcaz; la garza; el martín pescador; a Tí, la única; A Rubén Darío y otros cómplices; himno a la luna; tonada; el hornero; la blanca soledad; entre otras.
Delectación Amorosa: A los Gauchos; la tarde clara; el picaflor; la torcaz; la garza; el martín pescador; a Tí, la única; A Rubén Darío y otros cómplices; himno a la luna; tonada; el hornero; la blanca soledad; entre otras.
EL HORNERO
La casita del hornero
tiene alcoba y tiene sala.
En la alcoba la hembra instala
justamente el nido entero.
En la sala, muy orondo,
el padre guarda la puerta,
con su camisa entreabierta
sobre su buche redondo.
Lleva siempre un poco viejo
su traje aseado y sencillo,
que, con tanto hacer ladrillo,
se la habrá puesto bermejo.
Elige como un artista
el gajo de un sauce añoso,
o en el poste rumoroso
se vuelve telegrafista.
Allá, si el barro está blando,
canta su gozo sincero.
Yo quisiera ser hornero
y hacer mí choza cantando.
Así le sale bien todo,
y así, en su honrado desvelo,
trabaja mirando al cielo
en el agua de su lodo.
Por fuera la construcción,
como una cabeza crece,
mientras, por dentro, parece
un tosco y buen corazón.
Pues como su casa es centro
de todo amor y destreza,
la saca de su cabeza
y el corazón pone adentro.
La trabaja en paja y barro,
lindamente la trabaja,
que en el barro y en la paja
es arquitecto bizarro.
La casita del hornero
tiene sala y tiene alcoba,
y aunque en ella no hay escoba,
limpia está con todo esmero.
Concluyó el hornero el horno,
y con el último toque,
le deja áspero el revoque
contra el frío y el bochorno.
Ya explora al vuelo el circuito,
ya, cobre la tierra lisa,
con tal fuerza y garbo pisa,
que parece un martillito.
La choza se orea, en tanto,
esperando a su señora,
que elegante y avizora,
llena su humildad de encanto.
Y cuando acaba, jovial,
de arreglarla a su deseo,
le pone con un gorjeo
su vajilla de cristal.
EL PICAFLOR
Run... dun, run... dun... Y al tremolar sonoro
Del vuelo audaz y como un dardo, intenso,
Surgió de pronto, ante una flor suspenso,
En vibrante ascua de esmeralda y oro.
Fue color... luz... color... A un brusco giro,
Un haz de sol lo arrebató al soslayo;
Y al desaparecer con aquel rayo,
Su ascua fugaz carboniza en zafiro.
L A BLANCA SOLEDAD
Del vuelo audaz y como un dardo, intenso,
Surgió de pronto, ante una flor suspenso,
En vibrante ascua de esmeralda y oro.
Fue color... luz... color... A un brusco giro,
Un haz de sol lo arrebató al soslayo;
Y al desaparecer con aquel rayo,
Su ascua fugaz carboniza en zafiro.
L A BLANCA SOLEDAD
Bajo la calma del sueño,
calma lunar de luminosa seda,
la noche como si fuera el blanco cuerpo del silencio,
dulcemente en la inmensidad se acuesta.
Y desata su cabellera, en prodigioso follaje de alamedas.
Nada vive sino el ojo del reloj en la torre tétrica, profundizando inútilmente el infinito como un agujero abierto en la arena.
El infinito.
como un carro que nunca llega.
La luna cava un blanco abismo
de quietud, en cuya cuenca
las cosas son cadáveres
y las sombras viven como ideas.
Y uno se pasma de lo próxima
que está la muerte en la blancura aquella.
De lo bello que es el mundo
Y el ansia tristísima de ser amado,
en el corazón doloroso tiembla.
una ciudad casi invisible suspensa,
cuyos vagos perfiles
sobre la clara noche transparentan,
su cristalización poliédrica.
Una ciudad tan lejana,
que angustia con su absurda presencia.
¿Es una ciudad o un buque
en el que fuésemos abandonando la tierra,
callados y felices,
y con tal pureza,
que sólo nuestras almas
en la blancura plenilunar vivieran?...
Y de pronto cruza un vago
estremecimiento por la luz serena.
Y de pronto cruza un vago
estremecimiento por la luz serena.
Las líneas se desvanecen,
la inmensidad cambiase en blanca piedra
y sólo permanece en la noche aciaga
la certidumbre de tu ausencia.
calma lunar de luminosa seda,
la noche como si fuera el blanco cuerpo del silencio,
dulcemente en la inmensidad se acuesta.
Y desata su cabellera, en prodigioso follaje de alamedas.
Nada vive sino el ojo del reloj en la torre tétrica, profundizando inútilmente el infinito como un agujero abierto en la arena.
El infinito.
como un carro que nunca llega.
La luna cava un blanco abismo
de quietud, en cuya cuenca
las cosas son cadáveres
y las sombras viven como ideas.
Y uno se pasma de lo próxima
que está la muerte en la blancura aquella.
De lo bello que es el mundo
Y el ansia tristísima de ser amado,
en el corazón doloroso tiembla.
una ciudad casi invisible suspensa,
cuyos vagos perfiles
sobre la clara noche transparentan,
su cristalización poliédrica.
Una ciudad tan lejana,
que angustia con su absurda presencia.
¿Es una ciudad o un buque
en el que fuésemos abandonando la tierra,
callados y felices,
y con tal pureza,
que sólo nuestras almas
en la blancura plenilunar vivieran?...
Y de pronto cruza un vago
estremecimiento por la luz serena.
¿Es una ciudad o un buque
en el que fuésemos abandonando la tierra,
callados y felices,
y con tal pureza,
que sólo nuestras almas
en la blancura plenilunar vivieran?...
en el que fuésemos abandonando la tierra,
callados y felices,
y con tal pureza,
que sólo nuestras almas
en la blancura plenilunar vivieran?...
Y de pronto cruza un vago
estremecimiento por la luz serena.
Las líneas se desvanecen,
la inmensidad cambiase en blanca piedra
y sólo permanece en la noche aciaga
la certidumbre de tu ausencia.
29 de octubre de 2016
Elkin de Jesús Uribe Carvajal
@canticoprimaveral
uribece@gmail.com
uribece@yahoo.com
www.canticoprimaveral.blogspot.com
3053331999
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Esto expresó Borges en un libro en colaboración con Betina Edelberg, que empieza con un excelente ensayo Sobre Lugones: "Como el de Quevedo, como el de Joyce, como el de Claudel, el genio de Leopoldo Lugones es fundamentalmente verbal. No hay una página de su numerosa labor que no pueda leerse en voz alta, y que no haya sido escrita en voz alta. Períodos que en otros escritos resultarían ostentosos y artificiales, corresponden, en él, a la plenitud y a las amplias evoluciones de su entonación natural.
ResponderEliminarPara Lugones, el ejercicio literario fue siempre la honesta y aplicada ejecución de una tarea precisa, el riguroso cumplimiento de un deber que excluía los adjetivos triviales, las imágenes previsibles y la construcción azarosa.
CESAR HERNANDO BUSTAMANTE