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sábado, 14 de julio de 2012

RAFAEL DE LEON Y ARIAS DE SAAVEDRA

Nació en Sevilla España el 6 de febrero de 1908, en la misma calle en donde nació Manuel Machado. En el bautismo se le impuso un nombre muy corriente entre la nobleza y la alta burguesía: El nombre del poeta era: RAFAEL MARIA, JOSÉ, JERÓNIMO, DOROTEO, ALBERTO, MELCHOR a los cuales hay que agregarles los apellidos de sus señores padres.

Sus padres, condes de Gómara, José de León y Manjón y María Justa Arias de Saavedra y Pérez de Vargas. 

En las fiestas académicas y en las veladas de las juventudes se escuchaba al declamador de turno:

Mira como se me pone
La piel cuando te recuerdo…

Por la garganta me sube
Un río de sangre fresco
De la herida que atraviesa
De parte a parte mi cuerpo.
Tengo clavos en las manos
Y cuchillos en los dedos
… Y en mi sien una corona
Hecha de alfileres negros.
…………………….
Todos aprendíamos el poema, pero nunca se recordaba el nombre del poeta, Rafael de León, ni tampoco se daba crédito a éste. 

En 1916, ingresó a estudiar en el colegio jesuita San Luis Gonzaga del Puerto de Santa María en Cádiz, donde también lo hacía Rafael Alberti; y pasó, Juan Ramón Jiménez.

En 1926, inicia derecho en la universidad de Granada, donde conoce a Federico García Lorca estableciendo buena amistad e incluso, contaminación de estilo. 

No fue hostil con la caída de la monarquía en 1931, a pesar de su noble abolengo.

No se le conoce trabajo alguno relacionado con sus estudios, pues sus rentas paternas fueron lo suficientemente caudalosas para permitirse una vida de cafés y teatros en Sevilla, la cual le permitió conocer a Antonio García Padilla llamado “Kola”, padre de la actriz  y cantante Carmen Sevilla. También conoció a Conchita Piquer, que actuaba en el teatro Lope de Vega, quien tomó del poeta, letras, para cantarlas con su voz. 

En 1932 forma el trío Quintero, León y Quiroga (Manuel Quiroga – músico sevillano - , Rafael de León – poeta -  y Antonio Quintero – autor teatral). Al estallar la guerra civil española, Rafael de León encontrándose en Barcelona, es encarcelado acusado de monárquico y derechista. En la cárcel hace valer su condición neutral y simpatizante de la causa republicana y manifiesta tener amistad con los poetas republicanos: Federico García Lorca, Antonio Machado y León Felipe. 

Hace parte de los creadores del Folclor Español en donde se loaba con arte y exageración todo lo español. Colaboró con los guiones cinematográficos chabacanos de excesivo españolismo que congraciaba a la España oficial. Esto lo fue llevando al ostracismo en compañía con su trío y se fue borrando lentamente su obra de canciones y poesías. Por eso es que, se declaman sus poemas, pero se ignora su autor. 

Muere el 9 de diciembre de 1982 en el rotundo olvido. 

1941 se publica el libro: “Pena y alegría del amor”; 1943 el segundo libro: “Jardín de papel”; en ese mismo año aparece en Chile un tercer libro “amor de cuando en cuando”; en compañía de Antonio Quintero miles de letras de canciones, entre las que están: Profecía; Romance de la serrana loca. Con Antonio García Padilla, Kola, las letras: coplas; cinelandia; cine sonoro; Arturo; la deseada; etc. Colaboraron también con el poeta en sus letras: El argentino Salvador Valverde; Xandro Valerio – poeta -. 

En su carrera de letrista escribió también para los cantantes: Rhafael, Nino Bravo, Rocío Durcal, Isabel Pantoja. Ganó el primer premio en la tercera edición (1961) con la canción titulada “enamorada” en el festival de la canción de Benidorm; también a la mejor letra “Quisiera”. 

La música de sus letras fueron compuestas por: Manuel Quiroga; Juan Solano; Augusto Algueró; y Manuel Alejandro. 

PENA Y ALEGRÍA DEL AMOR 

Mira cómo se me pone
la piel, cuando te recuerdo...

Por la garganta me sube
un río de sangre fresco
de la herida que atraviesa
de parte a parte mi cuerpo.
Tengo clavos en las manos
y cuchillos en los dedos
y en mi sien una corona
hecha de alfileres negros.

Mira cómo se me pone
la piel cada vez que me acuerdo
que soy un hombre casao
y sin embargo, te quiero.
Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio,
de ortigas y de chumberas,
de cal, de arena, de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.
Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo,
que está rondando la llave
que guarda nuestro secreto.
¡Y yo sé bien que me quieres!
¡Y tú sabes que te quiero!
¡Y lo sabemos los dos
y nadie puede saberlo!  

¡Ay pena, penita, pena
de nuestro amor en silencio!
¡Ay, qué alegría, alegría
quererte como te quiero! 
Cuando por la noche a solas
me quedo con tu recuerdo,
derribaría la pared
que separa nuestro sueño,
rompería con mis manos
de tu cancela los hierros,
con tal de verme a tu vera,
tormento de mis tormentos,
y te estaría besando
hasta quitarte el aliento,
y luego,  qué se me daba
quedarme en tus brazos muerto.  

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!  

Nuestro amor es agonía,
luto, angustia, llanto, miedo,
muerte, pena, sangre, vida,
luna, rosa, sol y viento.  

Es morirse a cada paso
y seguir viviendo luego,
con una espada de punta
siempre prendida del pecho.
Salgo de mi casa al campo
solo con tu pensamiento,
por acariciar a solas
la tela de aquel pañuelo
que se te cayó un domingo
cuando venías al pueblo
y que no te he dicho nunca,
mi vida, que yo lo tengo.
Y lo estrujo entre mis manos
lo mismo que un limón nuevo,
y miro tus iniciales
y las repito en silencio
para que ni el campo sepa
lo que yo te estoy queriendo.

Ayer, en la Plaza Nueva,
- vida, no vuelvas a hacerlo-
te vi besar a mi niño,
a mi niño, el más pequeño,
y cómo lo besarías,
¡ay, Virgen de los Remedios!
que fue la primera vez
que a mí me distes un beso.
Llegué corriendo a mi casa,
alcé a mi niño del suelo
y sin que nadie me viera,
como un ladrón en acecho,
en su cara de amapola
mordió mi boca tu beso. 

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!  

Mira, pase lo que pase,
aunque se hunda el firmamento,
aunque tu nombre y el mío
lo pisoteen por el suelo,
aunque la tierra se abra
y aun cuando  lo sepa el pueblo
y ponga nuestra bandera
de amor, a los cuatro vientos,
sígueme queriendo así
tormento de mis tormentos.  

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero


SONETO 

Bebiéndome la dulce primavera
me sorprendió la tarde junto al río
y pude contemplar a mi albedrío
el idilio del agua y la palmera.  

Me zambullí desnudo en la pecera
buscando un corazón igual que el mío,
y no encontré ni un faro ni un navío
que me hiciera señales de bandera.  

La noche iba saltando por la orilla
y puso en mi cabeza despeinada
el filo verde-azul de su cuchilla.  

Mas cuando ya se ahogaba mi fortuna,
quiso el viento mandarle a mi jugada
el blanco salvavidas de la luna.






1 comentario:

  1. Asi como los poetas se olvidan por esas contingencias generacionales y las tendencias esteticas predominantes, renacen de las cenizas, cuando existe poemas como los de este escritor, de un profundo calado popular. Su muerte solitaria confirma el ovido en que se encuentran muchos de los escritores de las generaciónes anteriores al 60 del siglo pasado. En todo caso, ahí están sus versos, que se cantan pero nadie habla de su creador, paradoja inevitable que a la vez confirma como los versos adquieren vida propia. CESAR BUSTAMANTE

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