Cuento poético
Entré
a un jardín florido una tarde
y
la olfacción del aroma me extasió.
Una
azucena de blanco celestial,
extendió
sus pétalos y me acogió.
Igual
que como esparce aroma el heno,
sentí
abrigo de esencia en alarde
en
aquella estancia de alivio ambiental.
Y
me presenté ante la blanca flor:
Yo
soy un lirio vestido de azul o
morado
o blanco; algunas veces hiedo;
pero
en otras, me parezco a ella; yo…
Soy
como la primavera, soy pleno.
Ante
la amposidad lozana es por
lo
que me lanzo con valentía, al ruedo.
Algunos
han dicho que tengo una hermana
llamada
azucena; otros dicen, Lirio
de
los Valles; y un hermano Muguete:
Quien
sustenta el hogar, cual vertical cirio;
es
médico de enfermedades cardíacas.
A
la madre que está en edad anciana
jardinero
le cuida como al pebete.
Muguete
se alejó una vez de casa;
sin
dejar huella abandonó el jardín
florido.
Marchó lejos, mucho… Muy lejos,
para
apropiarse de valioso botín.
No
había sospecha de artes maníacas.
Tampoco
presunción, pues era la basa.
Nunca
mostró falencias ni nunca dejos…
Lirio
de los valles, se fue, con anturio
y
abandonó a su decrépita madre.
No
había a quien solicitarle permiso.
Muguete
que hacía las veces de padre,
ya
no estaba, ocupaba otros lares;
tal
vez… ¡En muy buenos o malos augurios!
Se
esperaba con afán: Incauto aviso.
Al
pasar el tiempo, nació girasol
de
Lirio de los Valles y de Anturio.
Girasol
o Clita, enamoradora
de
Apolo. Un día hubo un murmurio:
Los
girasoles se volverían ángeles
y
vagarían por cielo de arrebol
y
del dios sería acariciadora.
La
amada familia del jardín sería
deidad
también. Cobijo de aquellos dioses;
había
que rescatar a muguete,
pues
el linaje, ascendía de roces
en
toda esa magnífica amistad.
A
los dioses siempre se les llama usía,
respeto
que se da, para evitar gloses.
Lirio
de los Valles, recorrió sin ruedos
grandes
distancias, por oídas de que,
Muguete
estaba en un destino fijo.
Ella
se mantuvo en constante fe;
no
dudó, su hermano es calidad.
pero
él, estaba anegado de miedos
y
se le humilló como si fuera un hijo.
Añadir leyenda |
De
regreso a casa conoció a Anturio
y
a Girasol, y compartió su aventura:
El
trofeo era venta de zacatín.
Negocio
que sería de bregadura.
Si
este buen negocio a él, le caló;
para
la familia sería su augurio.
¡Todos
a laborar en el camarín!
Y
se conectó de nuevo la familia.
Avecinando
otra vez a la madre.
La
prole creció, Anturio se hizo parte;
Girasol,
laboraría con su padre.
Lirio
de los Valles que de nuevo halló
a
Muguete, les ofreció su vigilia
y
les llamó a unirse en su arte.
Girasol
atendía el zacatín.
Era
una excelente dependiente.
Cuando
su padre, salió a surtir;
ingresó
un individuo insolente
a
la tienda, agraviando a Girasol,
comportándose
como un arlequín;
apuñaló
a Girasol hasta morir.
Su
intención era violar, más no robar.
Dejó
clavado el puñal en el corazón
de
Girasol; por consiguiente, las huellas.
Estas,
le trastocaron su ambición,
dejando
descubrir aquel tornasol.
¡Ah!...
El próspero negocio del bazar,
dejó
en la familia, penas y mellas.
Llegó
el alguacil y tomó el caso.
Con
pasión inició investigación.
Topó
las huellas, las que analizó;
¡Vaya
sorpresa! La aproximación,
presumió,
que sería la vecindad;
este
estudio sería de tipo craso,
pues
a su rivalizador prejuzgó.
Y
en efecto, vecino de la siniestra,
hombre
maduro y de hogar vigente
al
conocer a Girasol, la violó;
porque
por ella sintió amor ardiente,
alterando
entre vecinos la amistad.
Su
confección le subió a la palestra;
cual
ejemplo, el castigo le punzó.
El
logro de muguete para la prole
a
trazas y restos quedó reducido.
Lo
que parecía bienaventuranza,
terminó
sobre las manos del bandido.
¡Tantos
esfuerzos y luchas! Para nada.
Así
es siempre: La lucha crece la mole,
y
llega sin querer: Malaventuranza.
Y
de este cuento nos queda el ejemplo,
una
ocasional moraleja o enseñanza,
“No
porque nos levantemos más temprano,
amanece
más ligero”, la acechanza
es
presente en forma real o en hada,
y
siempre construye, todo un acto abyecto,
como
naciendo de lo oculto o arcano.
18
de julio de 2015
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