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martes, 4 de julio de 2017

ELVIO ROMERO


ELVIO ROMERONace en Yegros Paraguay el 12 de diciembre de 1926 y fallece en Buenos Aires el 19 de mayo de 2004, a la edad de 79 años. Por el lapso de tiempo que vivió, participó de dos generaciones de literatos correspondientes a la generación del 40 y la del 50 en Paraguay del siglo XX.Siendo muy joven asume la vida literaria de Asunción y se codea en tertulias con Josefina Pla, Hérib Campos Cervera, Oscar Ferreiro, José Antonio Bilbao y otros.
Conocía la lengua de su madre el guaraní, pero un día le descubrió a ella que venia realizando una antología en un cuaderno con recortes de periódicos sobre poetas románticos de su época. Elvio se emocionó por la sonoridad de los versos y comenzó a influenciarse de ellos; por consiguiente, aprenderlos de memoria para recitarlos en reuniones sociales y con sus amigos. Así conoció a Rubén Darío, Gustavo Adolfo Bécquer, Gutiérrez Nájera, Víctor Hugo, Núñez de Arce, Amado Nervo, entre otros. Fue el inicio de la hechura de un gran vate paraguayo al emular a los maestros. Más sin embargo, conoce un libro “Tumulto” del argentino José Portogalo, obra de influencia Norteamericana y lo vira hacia conocimiento de otros movimientos literarios y lo desemboca a conocer a Walt Whitman, Ernest Hemigway y William Faulkner, dándole mayor madurez a su composición poética.
Después de la guerra del Chaco de 1947, con 21 años de edad, debe dejar Paraguay y exilarse en Buenos Aires Argentina. No regresa a vivir en su tierra natal, pero le recuerda constantemente en el desarrollo literario de él. Terminada esta guerra, inicia la guerra civil en España y con ella el ingreso de movimientos poéticos de España a Paraguay, se conoce a Federico García Lorca, Miguel Hernández, Rafael Alberti, entre otros; que influenciaron a Elvio, a los diez años de edad, para componer poesía con esa sonoridad. La mayor influencia estuvo de la Madre España.
Recorrió América, Asia y Europa en tareas editoriales, recitales y conferencias literarias y culturales. Algunos grandes de sus tiempo opinaron de su obra; por ejemplo, Miguel Ángel Asturias, premio Nobel 1967, en la presentación de su libro “el sol bajo las raíces” en 1956: “Lo que caracteriza la poesía Elvio Romero es su sabor a tierra, a madera, a agua, a sol, el rigor con trata sus temas, no abandonándose ni un solo momento a la facilidad del verso, y al querer interpretar el drama de su país joyoso de naturaleza y triste de existencia, como muchos de nuestros países. Pocas veces americanas tan hondas y fieles al hombre y sus problemas, y por eso universal. Poesía invadida, llamo yo a esta poesía. Poesía invadida por la vida, por el fuego y el fuego de la vida. Pero no la vida como la concibe el europeo, chato siempre ante nuestro mundo maravilloso y mágico, sino como la concebimos nosotros. Elvio Romero, como todos los auténticos poetas de América, no tienen que poblar un mundo vacío con su imaginación. Este mundo ya existe.
Interpretarlo es su papel, lo real es lo poético en América, no lo imaginado o ficticio. Y por eso se nos queda tanta geografía dispersa en flores, en astros, en piedras, en aves, cuando leemos los poemas de este inspirado paraguayo. Por los intersticios de tanto prodigio como va cantando, se escapa el dolor de los pueblos, gemido y protesta, pero también esperanza y fe. Pero estos sentimientos y pensamientos nacidos del paisaje que se toma lúcido y que por momentos llegan a ser opresores, son rotos por el poeta que los nombra. Romper el encantamiento nombrándolos es el arte de Elvio Romero, el encantamiento natural, ya que son transpuestos a sus poemas en el logro de otro encanto, el de la poesía, el sobrenatural. Sobre la naturaleza van sus versos arrastrando raíces de sangre viva, de vértigo, contraste y metamorfosis. Lo formal, se cuenta, cuenta poco en poetas en que hay una tempestad atronadora, en los cuales lo que se dice se expande y al expandirse crea o recrea, del mundo nuevo, su vibración auténtica”.

Rafael Alberti, poeta español de la generación del 27 le canta a Elvio los siguientes versos: “Elvio Romero, poeta paraguayo”: “Las alas, sí, las alas, /contra la vida quieta /Cante, llore el poeta /volando entre las balas./ Por los signos del Día/también tú señalado/clavel arrebatado/y espada de agonía/ Casi recién nacida,/lumbre madura y fuerte,/sabes más de la muerte/quizás que de la vida./ Y tu nombre aromado/huele más que a romero,/a pólvora, a reguero/de cuerpo ensangrentado./ La patria encadenada/y herida se sostiene/sin sueño y te mantiene/el alma desterrada./ Y mientras que penando/sin luz va el enemigo,/la Libertad contigo/regresará cantando”.
Gabriela Mistral, premio Nobel Chilena, escribe: “Pocas veces he sentido la tierra como acostada sobre un libro”.
Juan José Manauta, escritor argentino manifestó: “Me regocija que alguien recupere para la cultura americana una presencia que no había muerto para nadie y menos para nosotros, siempre ávidos de semejante belleza”.
Obra poética:
1948: Días Roturados
1950: Resoles Áridos
1953: Despiertan Las Fogatas
1956: El Sol Bajo Las Raíces
1961: De Cara Al Corazón; Esta Guitarra Dura
1966: Libro De La Emigración
1967: Un Relámpago Herido
1970: Los Innombrables
1975: Destierro y Atardecer
1977: El Viejo Fuego
1984: Los Valles Imaginarios
1994: Flechas En Un Arco Tendido
2007: Cantar de Caminante - edición Póstuma
2013: De Cara Al Corazón – edición Póstuma

En el poema a continuación, usted sentirá lo que dice Miguel Ángel Asturias del poeta Elvio Romero:
 FIESTA
Y así te pasarías
la vida,
tibia carne adorada.

Danzando,
empapada de lluvias,
los cabellos pegados a la piel,
joya desengarzada, aroma y rosa
sobre un campo de hortensias y jazmines.

Cantando,
arrebatada, risa
y ofrenda clara, elástica y hermosa,
los labios frescos en la noche, agitando
el ansia de las guitarras, tentadora
música montaraz, vivaz y airosa, dulce
codicia de forasteros,
blusa de encaje y flores sobre el hombro desnudo,
llenando el patio abierto de canciones.

Así te pasarías,
en el canto y la danza
y asombrado a los caminantes,
hija del fuego, del aire, de las tardes,
visita inesperada, brisa prometedora
de ardor y adivinanzas, apartando
y abriendo las cortinas de las ventanas, viento
marcando el calendario del amor en la aurora.

Así te pasarías,
tibia carne dorada.

El poema a continuación, le deja ver lo opinado por Gabriela Mistral:

CINTURA
El arco en desazón de tu cintura
cimbreó su tallo en fresco movimiento,
como si todo el soplo de tu aliento
no cupiese en la red de su envoltura.

La quemazón del lecho y su blancura,
sintió agitarse ese temblor violento
de tu cuerpo sembrado por el viento
con que ensayé sellar mi quemadura.

¡Oh, firmamento abrasador, sencilla-
mente ofrecer y asir soles profundos
al frutecer la sangre en el relente!

¡Y dar y recibir dones fecundos,
como un surco acogiendo la semilla
feraz y fértil en su mes ferviente!

El Argentino Juan José Manauta, lo corrobora en este poema que va a continuación:

CARTA

Te escribiré mi amor, desde un sonido
de tierra apretujada,
desde un hondón, de pie, desde un frondoso
confín de llamaradas,
desde donde sus pétalos la Rosa
de los vientos deslava;
de allá te escribiré, a la luz profunda
de una estrella lejana,
desde donde me encuentres y no me encuentres
buscándome en el mapa,
te escribiré de asuntos de entereza
al punto fijo en que despunta el alba.

Desde el clamor del mar o de la tierra
te escribiré esta carta.

Desde el instante en que te supe hermosa
te escribiré esta carta.
Desde el sesgo de luz de tu sonrisa
te escribiré esta carta.

Te escribiré mi amor, desde la arena
removida en resguardo de la llama;
lejos de ti te escribiré, bañada
de sudor y esperando una batalla,
vestido de hojas y de estrellas verdes,
de monte oscuro y de llanura parda,
desde un cambio de sombra en la vigilia
te escribiré esta carta.

Desde el desvelo de los hombres bravos
te escribiré esta carta.

Te escribiré también desde la espera
y el anhelo mayor de la mirada;
lejos de ti te escribiré, tan lejos
que aproxime tu afán largas distancias,
desde el ruedo de sombras de una hoguera,
desde un sendero de cruzadas ramas,
desde un sol de acechanza y de una noche
que abriendo el puño alumbre las guitarras,
te escribiré desde el albor de un niño
de lluvia desdoblada.

¡Desde un vivac de imperativa lumbre,
te escribiré esta carta!
Cuentan los historiadores que la famosa frase “Adiós camaradas, amigos despedirme del sol y de los trigos” atribuida al poeta Miguel Hernández, que escribiera en la pared antes de morir en la cárcel Franquista, sería de Elvio Romero.


1 comentario:

  1. Maestro Elkin: un placer. Espero próxima invitación a desgranar la vida entre crispetas. Saludos,

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