Nace en
Yegros Paraguay el 12 de diciembre de 1926 y fallece en Buenos Aires el 19 de
mayo de 2004, a la edad de 79 años. Por el lapso de tiempo que vivió, participó
de dos generaciones de literatos correspondientes a la generación del 40 y la
del 50 en Paraguay del siglo XX.Siendo muy
joven asume la vida literaria de Asunción y se codea en tertulias con Josefina
Pla, Hérib Campos Cervera, Oscar Ferreiro, José Antonio Bilbao y otros.
Conocía la
lengua de su madre el guaraní, pero un día le descubrió a ella que venia
realizando una antología en un cuaderno con recortes de periódicos sobre poetas
románticos de su época. Elvio se emocionó por la sonoridad de los versos y
comenzó a influenciarse de ellos; por consiguiente, aprenderlos de memoria para
recitarlos en reuniones sociales y con sus amigos. Así conoció a Rubén Darío, Gustavo Adolfo Bécquer,
Gutiérrez Nájera, Víctor Hugo, Núñez de Arce, Amado Nervo, entre otros. Fue el
inicio de la hechura de un gran vate paraguayo al emular a los maestros. Más
sin embargo, conoce un libro “Tumulto” del argentino José Portogalo, obra de
influencia Norteamericana y lo vira hacia conocimiento de otros movimientos
literarios y lo desemboca a conocer a Walt Whitman, Ernest Hemigway y William
Faulkner, dándole mayor madurez a su composición poética.
Después de la guerra del Chaco de
1947, con 21 años de edad, debe dejar Paraguay y exilarse en Buenos Aires
Argentina. No regresa a vivir en su tierra natal, pero le recuerda
constantemente en el desarrollo literario de él. Terminada esta guerra, inicia
la guerra civil en España y con ella el ingreso de movimientos poéticos de
España a Paraguay, se conoce a Federico García Lorca, Miguel Hernández, Rafael
Alberti, entre otros; que influenciaron a Elvio, a los diez años de edad, para
componer poesía con esa sonoridad. La mayor influencia estuvo de la Madre
España.
Recorrió América, Asia y Europa en
tareas editoriales, recitales y conferencias literarias y culturales. Algunos
grandes de sus tiempo opinaron de su obra; por ejemplo, Miguel Ángel Asturias,
premio Nobel 1967, en la presentación de su libro “el sol bajo las raíces” en
1956: “Lo que caracteriza la poesía Elvio
Romero es su sabor a tierra, a madera, a agua, a sol, el rigor con trata sus
temas, no abandonándose ni un solo momento a la facilidad del verso, y al
querer interpretar el drama de su país joyoso de naturaleza y triste de
existencia, como muchos de nuestros países. Pocas veces americanas tan hondas y
fieles al hombre y sus problemas, y por eso universal. Poesía invadida, llamo
yo a esta poesía. Poesía invadida por la vida, por el fuego y el fuego de la
vida. Pero no la vida como la concibe el europeo, chato siempre ante nuestro
mundo maravilloso y mágico, sino como la concebimos nosotros. Elvio Romero, como
todos los auténticos poetas de América, no tienen que poblar un mundo vacío con
su imaginación. Este mundo ya existe.
Interpretarlo
es su papel, lo real es lo poético en América, no lo imaginado o ficticio. Y
por eso se nos queda tanta geografía dispersa en flores, en astros, en piedras,
en aves, cuando leemos los poemas de este inspirado paraguayo. Por los
intersticios de tanto prodigio como va cantando, se escapa el dolor de los
pueblos, gemido y protesta, pero también esperanza y fe. Pero estos sentimientos
y pensamientos nacidos del paisaje que se toma lúcido y que por momentos llegan
a ser opresores, son rotos por el poeta que los nombra. Romper el encantamiento
nombrándolos es el arte de Elvio Romero, el encantamiento natural, ya que son
transpuestos a sus poemas en el logro de otro encanto, el de la poesía, el
sobrenatural. Sobre la naturaleza van sus versos arrastrando raíces de sangre
viva, de vértigo, contraste y metamorfosis. Lo formal, se cuenta, cuenta poco
en poetas en que hay una tempestad atronadora, en los cuales lo que se dice se
expande y al expandirse crea o recrea, del mundo nuevo, su vibración
auténtica”.
Rafael Alberti, poeta español de la
generación del 27 le canta a Elvio los siguientes versos: “Elvio
Romero, poeta paraguayo”: “Las alas, sí, las alas, /contra la vida quieta
/Cante, llore el poeta /volando entre las balas./ Por los signos del
Día/también tú señalado/clavel arrebatado/y espada de agonía/ Casi recién
nacida,/lumbre madura y fuerte,/sabes más de la muerte/quizás que de la vida./
Y tu nombre aromado/huele más que a romero,/a pólvora, a reguero/de cuerpo
ensangrentado./ La patria encadenada/y herida se sostiene/sin sueño y te
mantiene/el alma desterrada./ Y mientras que penando/sin luz va el enemigo,/la
Libertad contigo/regresará cantando”.
Gabriela Mistral, premio Nobel
Chilena, escribe: “Pocas veces he sentido la
tierra como acostada sobre un libro”.
Juan José Manauta, escritor argentino
manifestó: “Me regocija que alguien recupere
para la cultura americana una presencia que no había muerto para nadie y menos
para nosotros, siempre ávidos de semejante belleza”.
Obra poética:
1948: Días Roturados
1950: Resoles Áridos
1953: Despiertan Las Fogatas
1956: El Sol Bajo Las Raíces
1961: De Cara Al Corazón; Esta
Guitarra Dura
1966: Libro De La Emigración
1967: Un Relámpago Herido
1970: Los Innombrables
1975: Destierro y Atardecer
1977: El Viejo Fuego
1984: Los Valles Imaginarios
1994: Flechas En Un Arco Tendido
2007: Cantar de Caminante - edición
Póstuma
2013: De Cara Al Corazón – edición
Póstuma
En el poema a continuación, usted
sentirá lo que dice Miguel Ángel Asturias del poeta Elvio Romero:
FIESTA
Y así te pasarías
la vida,
tibia carne adorada.
Danzando,
empapada de lluvias,
los cabellos pegados a la piel,
joya desengarzada, aroma y rosa
sobre un campo de hortensias y jazmines.
Cantando,
arrebatada, risa
y ofrenda clara, elástica y hermosa,
los labios frescos en la noche, agitando
el ansia de las guitarras, tentadora
música montaraz, vivaz y airosa, dulce
codicia de forasteros,
blusa de encaje y flores sobre el hombro desnudo,
llenando el patio abierto de canciones.
Así te pasarías,
en el canto y la danza
y asombrado a los caminantes,
hija del fuego, del aire, de las tardes,
visita inesperada, brisa prometedora
de ardor y adivinanzas, apartando
y abriendo las cortinas de las ventanas, viento
marcando el calendario del amor en la aurora.
Así te pasarías,
tibia carne dorada.
la vida,
tibia carne adorada.
Danzando,
empapada de lluvias,
los cabellos pegados a la piel,
joya desengarzada, aroma y rosa
sobre un campo de hortensias y jazmines.
Cantando,
arrebatada, risa
y ofrenda clara, elástica y hermosa,
los labios frescos en la noche, agitando
el ansia de las guitarras, tentadora
música montaraz, vivaz y airosa, dulce
codicia de forasteros,
blusa de encaje y flores sobre el hombro desnudo,
llenando el patio abierto de canciones.
Así te pasarías,
en el canto y la danza
y asombrado a los caminantes,
hija del fuego, del aire, de las tardes,
visita inesperada, brisa prometedora
de ardor y adivinanzas, apartando
y abriendo las cortinas de las ventanas, viento
marcando el calendario del amor en la aurora.
Así te pasarías,
tibia carne dorada.
El poema a continuación, le deja ver lo opinado
por Gabriela Mistral:
CINTURA
El arco en desazón de tu cintura
cimbreó su tallo en fresco movimiento,
como si todo el soplo de tu aliento
no cupiese en la red de su envoltura.
La quemazón del lecho y su blancura,
sintió agitarse ese temblor violento
de tu cuerpo sembrado por el viento
con que ensayé sellar mi quemadura.
¡Oh, firmamento abrasador, sencilla-
mente ofrecer y asir soles profundos
al frutecer la sangre en el relente!
¡Y dar y recibir dones fecundos,
como un surco acogiendo la semilla
feraz y fértil en su mes ferviente!
cimbreó su tallo en fresco movimiento,
como si todo el soplo de tu aliento
no cupiese en la red de su envoltura.
La quemazón del lecho y su blancura,
sintió agitarse ese temblor violento
de tu cuerpo sembrado por el viento
con que ensayé sellar mi quemadura.
¡Oh, firmamento abrasador, sencilla-
mente ofrecer y asir soles profundos
al frutecer la sangre en el relente!
¡Y dar y recibir dones fecundos,
como un surco acogiendo la semilla
feraz y fértil en su mes ferviente!
El Argentino
Juan José Manauta, lo corrobora en este poema que va a continuación:
CARTA
Te escribiré mi amor, desde un sonido
de tierra apretujada,
desde un hondón, de pie, desde un frondoso
confín de llamaradas,
desde donde sus pétalos la Rosa
de los vientos deslava;
de allá te escribiré, a la luz profunda
de una estrella lejana,
desde donde me encuentres y no me encuentres
buscándome en el mapa,
te escribiré de asuntos de entereza
al punto fijo en que despunta el alba.
Desde el clamor del mar o de la tierra
te escribiré esta carta.
Desde el instante en que te supe hermosa
te escribiré esta carta.
Desde el sesgo de luz de tu sonrisa
te escribiré esta carta.
Te escribiré mi amor, desde la arena
removida en resguardo de la llama;
lejos de ti te escribiré, bañada
de sudor y esperando una batalla,
vestido de hojas y de estrellas verdes,
de monte oscuro y de llanura parda,
desde un cambio de sombra en la vigilia
te escribiré esta carta.
Desde el desvelo de los hombres bravos
te escribiré esta carta.
Te escribiré también desde la espera
y el anhelo mayor de la mirada;
lejos de ti te escribiré, tan lejos
que aproxime tu afán largas distancias,
desde el ruedo de sombras de una hoguera,
desde un sendero de cruzadas ramas,
desde un sol de acechanza y de una noche
que abriendo el puño alumbre las guitarras,
te escribiré desde el albor de un niño
de lluvia desdoblada.
¡Desde un vivac de imperativa lumbre,
te escribiré esta carta!
Cuentan los historiadores que la famosa frase “Adiós
camaradas, amigos despedirme del sol y de los trigos” atribuida al
poeta Miguel Hernández, que escribiera en la pared antes de morir en la cárcel
Franquista, sería de Elvio Romero.Te escribiré mi amor, desde un sonido
de tierra apretujada,
desde un hondón, de pie, desde un frondoso
confín de llamaradas,
desde donde sus pétalos la Rosa
de los vientos deslava;
de allá te escribiré, a la luz profunda
de una estrella lejana,
desde donde me encuentres y no me encuentres
buscándome en el mapa,
te escribiré de asuntos de entereza
al punto fijo en que despunta el alba.
Desde el clamor del mar o de la tierra
te escribiré esta carta.
Desde el instante en que te supe hermosa
te escribiré esta carta.
Desde el sesgo de luz de tu sonrisa
te escribiré esta carta.
Te escribiré mi amor, desde la arena
removida en resguardo de la llama;
lejos de ti te escribiré, bañada
de sudor y esperando una batalla,
vestido de hojas y de estrellas verdes,
de monte oscuro y de llanura parda,
desde un cambio de sombra en la vigilia
te escribiré esta carta.
Desde el desvelo de los hombres bravos
te escribiré esta carta.
Te escribiré también desde la espera
y el anhelo mayor de la mirada;
lejos de ti te escribiré, tan lejos
que aproxime tu afán largas distancias,
desde el ruedo de sombras de una hoguera,
desde un sendero de cruzadas ramas,
desde un sol de acechanza y de una noche
que abriendo el puño alumbre las guitarras,
te escribiré desde el albor de un niño
de lluvia desdoblada.
¡Desde un vivac de imperativa lumbre,
te escribiré esta carta!
Maestro Elkin: un placer. Espero próxima invitación a desgranar la vida entre crispetas. Saludos,
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