Mikhail
Lérmontov nació en Moscú en 1814 y murió en el Caucáseo en un duelo con un viejo
amigo, también militar, en 1841, se cree que fue un duelo montado; tan sólo
tenía, escasos 27 años. Criado por su abuela materna al perder su madre a la
edad de dos años. Estudió en el colegio militar de San Petersburgo. Mostró sus
dotes de poeta, cuando un manuscrito titulado “A LA MUERTE DEL POETA” a la
memoria del poeta Alexander Pushkin, empezó a circular. Las ideas mostradas en
el poema, fueron las que lo condujeron al caucaso, durante un año; regreso a
San Petersburgo a darse la gran vida de oficiales nobles. Luego lo regresaron
al Cáucaso donde fue muerto. Esta región era romántica, permitiéndole escribir
la mayor parte de su obra poética. Como militar, fue de gran valor en el
combate; y como poeta, famoso al describir la naturaleza del Caucaso sus tribus
indígenas y sus fieros caballos.
De su
obra se destaca: La vela, la despedida, un pino, el peñasco, notas sobre demón
y demón (Demonio), salgo solo al camino.
LA VELA
Escrita
en 1832
Una vela solitaria blanquea
en las brumas azules del mar.
¿Qué va buscando en el país
lejano?
¿Qué dejó atrás, en la tierra
natal?
Juegan las olas, el viento
solloza,
se dobla el mástil, la madera
cruje.
¡Ay! Ella no busca la alegría,
ni busca la felicidad que huye.
Abajo, la corriente de zafiro;
rayos de sol dorado en lo azul.
Pero ella, rebelde, pide tormentas,
cual si en las tormentas hubiese
quietud.
Lérmontov perteneció al grupo
compuesto por Pushkin, Gógol, Gocharóv y Turguéniev, siglo de oro de la
literatura rusa, luchadores por la libertad, de misión social en medio de la
censura. Lérmontov, poeta de pluma mordaz fue el autor de La Muerte del Poeta,
se refería a Alexander Pushkin, ver manuscrito:
La Muerte del Poeta
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Manuscrito del poema.
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Idioma
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Título original
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Смерть Поэта
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País
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Fecha de publicación
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Murió el Poeta, esclavo del honor,
por los vanos rumores difamado.
Con el plomo en el pecho,
sediento de venganza,
cayó inclinando la orgullosa frente.
Sucumbió el corazón ante el oprobio
de mezquinas injurias.
Haciendo frente a la opinión del mundo
él solo, como siempre... fue vencido.
¡Muerto!... Decid, ¿por qué eleváis ahora
un vano coro de alabanzas,
de tardíos elogios?
Se ha cumplido el designio de la suerte.
¿No habéis sido vosotros ya hace tiempo
los que ibais a la caza
de sus audaces, de sus libres dones;
los que por divertiros atizasteis
su fuego apenas escondido?
¿Entonces? ¡Alegraos!... No ha podido
resistir vuestros últimos ultrajes.
Como una llama se ha apagado
su genio milagroso,
como corona de lozanas flores.
A sangre fría, su asesino
ha descargado el golpe:
su corazón está vacío,
late sin alterarse,
en su mano no tiembla la pistola.
¿Os extraña?... De lejos
ha llegado a nosotros
—igual que tantos fugitivos
a la caza de honores, dignidades—,
llevado de la mano de la suerte.
Despectivo se burla
de nuestra lengua y nuestros usos...
¡Respetad nuestras glorias, comprended
este instante sangriento,
sobre quién osa levantar la mano!
Ha muerto,
le ha encerrado la tumba;
igual que su cantor
desconocido, amable,
ha sido presa de la ciega envidia;
el cantor que el Poeta ha celebrado
y que fue como él
abatido por mano despiadada.
¿Por qué dejó aquel mundo
de tranquilos placeres, de sincera amistad,
para entrar en el círculo ambicioso
que sofoca el espíritu, las ardientes pasiones?
¿Por qué tendió la mano
a bajos detractores,
por qué creyó en palabras, en juramentos falsos,
él, que desde tan joven
conocía a los hombres?
Quitando su corona,
le ciñeron la frente
de laureles tejidos con espinas;
sus puntas escondidas
ensangrentaban su gloriosa frente...
Sus últimos instantes
fueron envenenados
por infames rumores maldicientes.
Murió
con su sed de venganza no extinguida,
con secreto despecho
de traicionadas esperanzas...
Se apagaron los ecos
de sus mágicos cantos,
no volverán a oírse:
angosta, tenebrosa,
es la morada del Poeta,
y un sello para siempre ha cerrado sus labios.
¡Oh, vosotros, altivos descendientes
de padres conocidos por su infamia,
que con serviles pies hollasteis los vestigios
de linajes heridos por la suerte
con los juegos crueles del destino!
¡Vosotros, turba de ambiciosos
que rodeáis el trono,
verdugos de la gloria,
la libertad y el genio!
¡Os halláis escondidos
entre las sombras de la ley;
ante vosotros
callan los tribunales, la verdad!
Pero hay también, malvados,
un Tribunal divino,
un Juez terrible, que os espera
inaccesible al son del oro,
que sabe desde siempre
los pensamientos y las obras.
Serán vanas entonces las calumnias,
no os servirán de escudo.
¡Y vuestra sangre negra, toda,
no bastará para lavar
la sangre justa del Poeta!
por los vanos rumores difamado.
Con el plomo en el pecho,
sediento de venganza,
cayó inclinando la orgullosa frente.
Sucumbió el corazón ante el oprobio
de mezquinas injurias.
Haciendo frente a la opinión del mundo
él solo, como siempre... fue vencido.
¡Muerto!... Decid, ¿por qué eleváis ahora
un vano coro de alabanzas,
de tardíos elogios?
Se ha cumplido el designio de la suerte.
¿No habéis sido vosotros ya hace tiempo
los que ibais a la caza
de sus audaces, de sus libres dones;
los que por divertiros atizasteis
su fuego apenas escondido?
¿Entonces? ¡Alegraos!... No ha podido
resistir vuestros últimos ultrajes.
Como una llama se ha apagado
su genio milagroso,
como corona de lozanas flores.
A sangre fría, su asesino
ha descargado el golpe:
su corazón está vacío,
late sin alterarse,
en su mano no tiembla la pistola.
¿Os extraña?... De lejos
ha llegado a nosotros
—igual que tantos fugitivos
a la caza de honores, dignidades—,
llevado de la mano de la suerte.
Despectivo se burla
de nuestra lengua y nuestros usos...
¡Respetad nuestras glorias, comprended
este instante sangriento,
sobre quién osa levantar la mano!
Ha muerto,
le ha encerrado la tumba;
igual que su cantor
desconocido, amable,
ha sido presa de la ciega envidia;
el cantor que el Poeta ha celebrado
y que fue como él
abatido por mano despiadada.
¿Por qué dejó aquel mundo
de tranquilos placeres, de sincera amistad,
para entrar en el círculo ambicioso
que sofoca el espíritu, las ardientes pasiones?
¿Por qué tendió la mano
a bajos detractores,
por qué creyó en palabras, en juramentos falsos,
él, que desde tan joven
conocía a los hombres?
Quitando su corona,
le ciñeron la frente
de laureles tejidos con espinas;
sus puntas escondidas
ensangrentaban su gloriosa frente...
Sus últimos instantes
fueron envenenados
por infames rumores maldicientes.
Murió
con su sed de venganza no extinguida,
con secreto despecho
de traicionadas esperanzas...
Se apagaron los ecos
de sus mágicos cantos,
no volverán a oírse:
angosta, tenebrosa,
es la morada del Poeta,
y un sello para siempre ha cerrado sus labios.
¡Oh, vosotros, altivos descendientes
de padres conocidos por su infamia,
que con serviles pies hollasteis los vestigios
de linajes heridos por la suerte
con los juegos crueles del destino!
¡Vosotros, turba de ambiciosos
que rodeáis el trono,
verdugos de la gloria,
la libertad y el genio!
¡Os halláis escondidos
entre las sombras de la ley;
ante vosotros
callan los tribunales, la verdad!
Pero hay también, malvados,
un Tribunal divino,
un Juez terrible, que os espera
inaccesible al son del oro,
que sabe desde siempre
los pensamientos y las obras.
Serán vanas entonces las calumnias,
no os servirán de escudo.
¡Y vuestra sangre negra, toda,
no bastará para lavar
la sangre justa del Poeta!
Este poema fue
publicación post Morten de Lérmontov. Se cree, según algunos historiadores, que
su publicación fue una traducción alemana del año 1852 con el título “Lamento
de Lérmontov en la tumba de Aleksandr Pushkin”; también se dice, que la
traducción al inglés fue en 1856 con el título “Sobre la muerte de Pushkin” en
el periódico Polar Star de Aleksandr Herzen.
En 1837, se
publica: Canto del Zar Iván Vasilievich, poema romántico.
Sátira social:
En 1838, La Mujer del Tesoro; en 1840,
la novela, Un Héroe de Nuestro Tiempo. Aquí muestra rasgos autobiográficos y enseña
una dura crítica social, clave, para el paso del romanticismo al realismo en la
literatura rusa. A esta etapa se agregan los poemas narrativos: 1840, El
Novicio; 1841, Demonio.
Que delicia se
percibe en el primer fragmento de Demón o Demonio:
DEMON
Fragmento I
Juro por
la estrella de medianoche,
por el rayo del ocaso y del levante,
que el soberano de la dorada Persia,
o ningún Rey terrestre ha besado tales ojos.
Jamás en una tarde calurosa
la fuente salpicante del Sultán
ha bañado tal talle
por el rayo del ocaso y del levante,
que el soberano de la dorada Persia,
o ningún Rey terrestre ha besado tales ojos.
Jamás en una tarde calurosa
la fuente salpicante del Sultán
ha bañado tal talle
con su
rocío de perlas.
Aún ninguna mano terrestre,
errando por la frente querida
destrenzó tales cabellos.
Desde que el mundo perdió el Paraíso,
lo juro yo, tal belleza
no ha crecido bajo el sol meridional.
Aún ninguna mano terrestre,
errando por la frente querida
destrenzó tales cabellos.
Desde que el mundo perdió el Paraíso,
lo juro yo, tal belleza
no ha crecido bajo el sol meridional.
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