Estudió con los Jesuitas, dedicándoles poemas
dirigidos a su vida andrajosa. Pero la parte de poesía enamoradora la obtuvo de
la influencia de los poetas Bécquer y Víctor Hugo.
A los 15 años de edad se enamora de Rosario
Emilia Murillo que le inspiró su novela sentimental: Emelina; también admiró a
su prima Isabel Swan, y a la trapecista, Hortensia Buislay, pero ninguna de
ellas le atrajo para su matrimonio final ya que sus amigos coadyuvaron para que
él se ausentara del país y evitara su desenlace marital.
En 1882 se encuentra en el Salvador y se
entrevista con el presidente Zaldívar al cual le dijo: “quiero tener una buena
posición social”, no deja de ser interesante esta postura; tanto para quienes
la conocemos, como para el propio presidente.
Viaja a Chile conoce al presidente Balmaceda
y a su hijo con el que entabla amistad. Frecuenta la flor innata de Chile y
oculta a estos su pobreza absoluta. Publica en 1886 su libro Abrojos donde expone su momento difícil y no
comprendido.
Por esa
misma época participa en un concurso; convocado por Federico Varela, escribe Otoñales obtiene el octavo puesto dentro de 47
concursantes. Luego escribe Canto épico a las
glorias de Chile,
obteniendo
el primer puesto compartido con Pedro Nolasco Prendez. El premio fue de $300
pesos chilenos. En 1888 publica Azul que lo catapulta a la
literatura Española e Hispánica y se hace la reedición en 1890 con prologo de
las cartas del novelista español Juan Varela.
En 1890, contrae matrimonio con Rafaela
Contreras y es nombrado embajador en España. Oportunidad para conocer al viejo
mundo. Llega a España en 1892 y se le anuncia el fallecimiento de su esposa en
1893, siniestro que lo llevó al licor con mayor intensidad. En ese mismo año
fue obligado a casarse con Rosario Emilia Murillo. Estaba absorto de licor. En
busca de dulzura y comprensión, se esposa con la criada analfabeta de la casa
del poeta Villaespesa, Francisca Sánchez y con ella viaja a París. En 1908 el
poeta español Alejandro Sawa lo conecta con “El
eterno ebrio” Verlaine. Al morir Rubén Darío, Francisca se casó con José
Villacastín, el cual se gastó toda su fortuna recogiendo la obra de Rubén Darío
y entregándola a Editorial Aguilar para su publicación. En el archivo de
cantico primaveral está EL LIBRO RUBEN DARIO POESIAS COMPLETAS, editado por
Aguilar, S.A. De Ediciones Madrid – 1954 con Edición, Introducción y Notas de
ALFONSO MENDEZ PLANCARTE.
Su obra fue publicada así:
1.
1905,
cantos de vida y esperanza.
2.
1907,
El canto errante.
3.
1910,
El poema de otoño.
4.
1913,
El oro de Mallorca.
5.
Más
luego, su obra cumbre Iluminaciones en la sombra.
Es muy difícil poder comprimir la basta obra
de Rubén Darío. Todo está en la red. Y este poeta merece la pena estudiarlo
detenidamente. Rima, cadencia y modernismo. Figuras literarias de delicia,
pasajes románticos enamoradoras; recuerdos a granel, para el flirteo y para
satisfacer el corazón; no solamente de una parte de la pareja, sino de toda la
pareja.
El poema que transcribo lo recitaba en mi
juventud, me parecía un soneto maravilloso; el mismo, que me llevó a enamorarme
de la poesía de Rubén Darío:
MARGARITA
(In
Memoriam)
¿RECUERDAS que querías ser una Margarita
Gautier? Fijo en mi mente tu extraño rostro
está,
cuando cenamos juntos, en la primera cita,
en una noche alegre que nunca volverá.
Tus labios escarlatas de púrpura maldita
sorbían el champaña de fino baccarat;
tus dedos desojaban la blanca margarita:
“Sí…, no…, sí…, no…”, ¡y sabías que te
adoraba ya!
Después, ¡oh flor de Histeria!, llorabas y
reías;
tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo;
tus risas, tus fragancias, tus quejas eran
mías.
Y en una tarde triste de los más dulces días,
la Muerte, la celosa, por ver si me querías,
¡como a una margarita de amor, te deshojó!
En SOLLOZOS DEL LAUD:
AL LECTOR
Lector: si oyes los rumores
de la ignorada arpa mía,
oirás ecos de dolores;
mas sabes que tengo flores
también, de dulce alegría.
(León, julio 10 de 1881)
A TI
Yo vi una ave
que suave
sus cantares
a la orilla de los mares
entonó,
y voló…
Y a lo lejos,
los reflejos
de la luna en alta cumbre,
que argentando las espumas,
bañaba de luz sus plumas
de tisú…
¡Y eras… tú!
Y vi una alma
que sin calma
sus amores
cantaba en tristes rumores,
y su ser
conmover
a las rocas parecía;
miró la azul lejanía,
tendió su vista anhelante,
suspiró,
y cantando pobre amante:
prosiguió…
¡Y era… Yo!
(1880)
De sus poemas VASO DE MIEL Y MIRRA…:
Sale este poema, que para cantico primaveral
es una obra de arte poética porque va incrementando en sílabas, hasta llegar a
los alejandrinos; y se devuelve de igual manera. De ante mano, además de
utilizar esta figura, combina otras figuras literarias que le permiten
consolidar el poema.
TU Y YO
¿Viste
triste
sol?
¡Tan triste
como él,
sufro
mucho
yo!
Yo en una
doncella
mi estrella
miré…
Y dile,
amante,
constante
fe.
Pero ingrata
olvidóme,
y no sabe
que padezco
cual no puede
nunca, nunca
comprender…
¡Que mi pecho
no suspira,
ni mi lira
tiene acordes
de placer!
Yo vi en la noche
plácida luna
que en la
laguna
se retrató;
y vi una nube
que allá en el cielo
con denso velo
la obscureció.
Yo vi a la aurora,
bañada en rosa,
dorar la hermosa
faz de la mar…
Y vi los rayos
de un sol ardiente
que rudamente
borraron luego,
con rojo fuego,
su bella faz…
Así vi que bella
naciera en un día,
con dulce alegría,
la aurora luciente
de un plácido amor;
¡más hoy yo contemplo,
no más, en mi vida,
de negro vestida,
la estatua tremenda
de amargo dolor!
¡Hoy sólo me complace
oír la queja amar,
que al cielo envía tierna
la tórtola del monte
con moribundo son!
Sentir cómo susurra
la brisa entre las hojas…
¡Mirar el arroyuelo
que al eco de la selva
confunde su rumor!
Canto cuando las estrellas
esparcen su claridad:
cuando argentan las espumas,
¡las espumas de la mar!
Canto cuando el ancho río
murmurando triste va…;
cuando el ruiseñor encanta
con su arpegio celestial.
Y el ronco mugir de las olas,
la noche con su lobreguez
y el trueno que silba en los aires,
¡me encanta y embriaga a la vez!
Me place lo triste y lo alegre;
me gusta la selva y el mar,
y a todos saludo contento…
¡Y algunos se ríen al verme!...
¡Y a veces me pongo a llorar!
Yo adoré a una mujer con el fuego
de mi joven y audaz corazón:
Más ya he dicho que aquella olvidóme,
y que vivo en tremendo dolor.
¿Estoy loco? No sé: Lo que siento,
no lo puedo jamás explicar.
Es un rudo y feroce tormento…
Nada más; nada más… ¡nada más!
¿Qué soy? Gota de agua desprendida
del raudal turbulento de la vida.
Soy… Algo doloroso cual lamento…
Arista débil que arrebata el viento.
Soy ave de los bosques solitaria
Deshojada y marchita pasionaria…
¡Pasionaria, ave, arista, llanto, espuma…,
perdido de este mundo entre la bruma!
¡Felices aquellos que nunca han amado!
¡Felices!... ¡Felices, que no han apurado
el cáliz terrible de un fiero dolor!...
Y ¿qué es el amor?
¿Amor?... Germen fecundo de la dolencia
humana.
Origen venturoso de sin igual placer…,
con algo de la tarde y algo de la mañana…
¡Con algo de la dicha y algo del padecer!
¿No veis a la luna, que brilla fulgente en el
cielo?
¿No oís del arroyo el suave y callado rumor?
Pues eso que brinda la luna tranquila, es
consuelo
pues eso que dice el arroyo en el bosque, es
amor.
¡Y amé! Tal vez mi vida no fuera dolorosa
si hubiera conservado por siempre mi niñez,
si nunca hubiera visto los ojos de una
hermosa,
lo rojo de sus labios, lo blanco de su tez.
¡Felices aquellos que nunca han amado!
¡Felices!... ¡Felices, que no han apurado
el cáliz terrible de un fiero dolor!
¡Que amargo el amor!
¡Que amargo es el amor! Así exclamando,
yo cruzaré el desierto de mi vida,
mostrando a todos mi profunda herida,
que lágrimas y sangre está manando.
Y al compás de canciones sombrías
cantaré de mi amor la memoria… Y sin gloria,
llorando siempre, pasaré mis días
¡entre polvo, entre lodo, entre escoria!
Y el ronco mugir de las olas,
la noche con su lobreguez,
y el trueno que silba en los aires,
serán mi tormento también.
Me place lo triste y lo alegre:
Me gusta la selva y el mar…
Yo siempre estareme contento;
¡Y algunos reirán al mirarme,
y a veces, pondréme a llorar!
Cantaré si el ancho río
murmurando triste va;
si el ruiseñor me encantare
con su arpegio celestial;
cuando mire a las estrellas
esparcir su claridad
sobre las peñas negruzcas
y las espumas del mar.
¿Por qué?...Porque sin amor,
vuelan dolientes sin calma,
las avecillas del alma
entre el viento del dolor.
Daré dulces canciones
a los fugaces vientos,
para que entre sus olas
las lleven lejos, lejos,
del mundo hasta el confín.
Iréme a las montañas,
iréme a los oteros…;
allí tal vez, ¡Dios Santo!,
tal vez seré feliz.
Y en alas del viento,
oirá mis canciones
la ingrata… La ingrata
a quien adoré.
Aquella que rióse
de ver mi desgracia…
¡Aquella a quien dile
mi amor y mi fe!
¡Triste es la noche!
Triste es la selva…
Y del arroyo
lo es el rumor;
pero es más triste
que el arroyuelo
y que la noche,
mi corazón.
Mis acentos,
en los vientos
cual lamentos
moribundos
sonarán,
como el eco
que en el hueco
de árbol seco,
tiernos forman
los favonios
al pasar.
Aprendan
los bardos
mi historia
de amor;
y cántela
todo
el que es
trovador.
¿Viste
triste
sol?
¡Tan triste
como él,
sufro
mucho
yo!