ojos vivarachos; sutil tez morena;
elegante cual gacela que destella
en la pradera su mirada amena.
Me
enamoré de ella. ¡Qué ricura!
Pensaba hacerla mi compañera
eterna.Postrarme a sus pies a venerar su figura
y escrutar su alma, seguramente serena.
Pasó el tiempo. Otro ser de poder, me relevó.
Y le fui perdiendo, lentamente, poco a poco.Hasta llegar el día... que me olvidó.
En sueños fui anunciado de
ella...
que no fui su amante ni el
otro tampocoy que hoy su vida es tan sólo una centella.
Medellín, 20 de marzo de 2006
No hay comentarios:
Publicar un comentario