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sábado, 22 de septiembre de 2012

LOURDES ESPINOLA

Poeta y ensayista Paraguaya. Aunque odontóloga de profesión, desde muy joven se ha dedicado a la poesía. También colabora de manera regular en suplementos culturales y revistas literarias a nivel nacional e internacional. En 1973 apareció su primera obra: Visión del Arcángel en once puertas. A partir de esa fecha, Lourdes Espínola ha publicado varios otros poemarios que le han ganado dos premios literarios internacionales. De sus publicaciones, se destacan especialmente: Monocorde amarillo (1976), Almenas del silencio (1977), Ser mujer y otras desventuras (1985; ed. bilingüe: inglés-español), Tímpano y silencio (1986) y Partidas y regresos (1990). 

Su obra: A Vincent; In Memoriam Sor Juana; In Memoriam Simone; In Memoriam Camus;  a G. R. H.; para C. R. C.; In Memoriam Picasso; etc.
IN MEMORIAM
Sor Juana Inés de la Cruz

Y ser y no.
Ser mujer,
con manuscritos de internas visiones
nombrando la experiencia.
Traduces lenguas de tragedia,
mujer abriéndose
como ostra
que lleva
su cárcel por dentro.
El resto: soledad,
verbo y polvo
masticando los años.

Repetición de ademanes, miradas o palabras.
Con defensas en alto,
con mis viejas trampas
(acechos que creía ya dormidos).
Tus ojos, lengua de Eros,
con su llama verde apenas contenida.
Vienes rompiendo las murallas
de tímpanos vacíos
en las interminables venas del insomnio.

Estabas y no estás:
ni mis amores,
ni el feroz arañazo del recuerdo
te atrapó con tal fuerza y te retuvo.
Ni el hallazgo
de calladas memorias vegetales,
ni las piedras
calientes y redondas.
Ni el asombro del árbol orgulloso
mostrando
verdes frutos,
flores,
pistilos y raíces.
Nada.
Caminé avergonzada,
Casi como desnuda,
Con mejillas
con párpados,
Con pestañas,
con lágrimas.

Esclava de caprichos de tu verbo
mordiendo las arterias:
me penetras,
me curas,
me sojuzgas.
Fiel, triste, sombra a mi costado,
me cortas con tu filo;
me sangras
y modelas.
Sólo necesito tu venenoso beso, Poesía:
el aire está de más
cuando te tengo.

Como tierra maldita,
el centro de tu útero.
Como interminables esclavos
sin valor de mercado:
mujeres
pasan a otras manos,
pero nunca las suyas
aprisionarán su propio destino.

Tanto tiempo jugando a tus trampas,
tretas y vestiduras.
Te he mirado, Poesía, en ese instante,
justo antes de que tú me atrapes.
Despacio me seduces;
ni siquiera mi hombre se dio cuenta
que me envenenas
y me llevas traicionera
hasta el nunca más
de mi propio deseo.





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