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sábado, 28 de julio de 2018

ODA A LA VENGANZA


(Historia poética real en Colombia.
Gracias a Arquímedes, quien me la contó)



Era muy niño cuando ocurrió este suceso.
Mi padre campesino arador de la tierra
sustentaba el mantenimiento de la vivienda.
Era ágil, trabajador, de gran amor familiar.
Cinco hijos y una esposa soportante del hogar.

Yo era el menor, escasamente cinco años;
mientras que mis otros hermanos
ya asistían a la escuela de la vereda,
para aprender a leer a escribir
dejar el analfabetismo en el diario vivir.


Yo recuerdo: Fue una tarde sabatina,
cuando papá ahíto del calor del día,
a media tarde, ¡raro!, regresó al cobijo.
Consumió suculento chocolate con nosotros.
Se sentía feliz, hablando de mamá y de todos.

Estábamos en risotada francachela
cuando irrumpió en la escena tres
encapuchados. A los hijos a una pieza
fuimos llevados y mamá y papá a la cocina
vi por orificio de la puerta, como les asesinan

el más alto de los tres sin mediar palabra.
Hay, hay ¡que dolor! Transmití a todos
mis hermanos. Nos tiramos a fuera y ya
los bandidos iban rumbo a su escondite
Y la violencia deja otra familia huérfana y triste.

Se avisó a las autoridades municipales,
las cuales levantaron su cadáver
y al siguiente día, domingo, le sepultamos.
Yo seguí creciendo sin olvidar aquel suceso
y decía para mí, seré de la familia, el sabueso.

Fui a estudiar. Entre mis primeros años
Y hasta terminar la secundaria, escuchaba
rumores de aquella historia, quién había
sido. De la pedanía, por aquellos años,
se habían desaparecido tres honorables ciudadanos. 

Dediqué días y horas enteras a indagar,
para dónde se habían ido; y escuché un relato:
Que habían ingresado a un grupo paramilitar
y que el objeto de su graduación era asesinar
a quienes se les ordenara: Esta fue a mis papas.

Mi padre no tenía deudas con nadie,

no era político, no defendía ninguna religión,
no tenía amigos, no consumía licor, no
era jugador. Su vida era toda para el hogar.
Amaba su peculio, y en éste, todo era laborar.

Simplemente, la ruleta de la vida cayó
En ellos. Fueron los chivos expiatorios de graduación
de miserables sin de nadie compasión.
¡Será, el sino, que nos tocó vivir en esta vida!
O será, la eficiencia en la orden cumplida.

Me preguntaba todos los días con sus noches
¿Cómo llegar a ellos? Tenía que ser de igual
manera. Entonces, me di a la tarea también de
ingresar; y lo hice. Recibí un atrevido entrenamiento
y llegó la hora de mi graduación. De armamento


fui dotado. Se dio la orden de que yo
asesinara. Me negué, dije que no era capaz.
Pasaron los días y todo seguía en calma.
Un sábado los jefes me regalaron un perro,
Para cuidarlo por un mes como su testaferro.

Luego de este tiempo me ordenaron matarlo.
¿Cómo que debo matar a mi fiel amigo?
Era la orden de graduación, y así lo hice.
Este acto me alejó de la temeridad para matar.
Fue el inicio de carrera de mi eficiente asesinar.
 
Para ser muy bueno entre los malos,
hay que ser muy malo. Yo soy eficiente;
por lo tanto, soy el más malo de los malos.
Fue así como me abrí paso para escalar
las esferas de ascenso para comandar. 

No de otra manera, descubriría mi anhelada presa.
Comenzamos dos, entre todos, una vil competencia
de congratularnos con el número de asesinatos.
En mis cuentas, creo estar cercano a los tres mil;
y así alcancé, al asesino de mis padres, aquel cerril[1].

Les atrapé a él y los otros dos en la joya
de la corona. Yo era el chacho, yo mandaba.
Debía regodearme por mi deseada venganza.
Medité profundamente en aquella tarde sabatina.
colmé las venas de mi cuerpo con adrenalina

y me dispuse a cumplir la orden, mi propia orden,
la amada orden tranquilizadora de mi venganza.
Les llamé entonces a mi servicio y salí con ellos.
Estando fuera del campamento, les apresé
y de la tarde sabatina, aquel asesinato les recordé.

Fue un dialogo de sorpresas, ellos estupefactos,
no creían que en aquel sitio estuviera un hijo
de los finados. Yo sorprendido, cuando el dirigente
me comentó, tus padres, albergaban, atrás de su casa
una cuadrilla guerrillera. Aquí no hay tabla rasa.

Estaba ebrio de emociones consentidas,
sentía por mis venas pasar adrenalina.
Estaba ahíto como mi papá aquel día; pero yo
no escuché. Iba por mi conquista, por mi irupé[2].
Y con sevicia en mi venganza, les mutilé.

Todo quedó normal, los desaparecí.
Yo era en ese combo matón, el rey.
Mis jefes, a los cuales yo les debería
mi valor, fueron extraditados por el gobierno
de entonces, y yo dejé de ser subalterno.


Hoy soy un empresario exitoso, hoy
doy empleo, hoy sirvo a la humanidad,
hoy no me arrepiento de mi prontuario.
En cuitas nocturnas mi pensamiento despejo
y por eso experiencias y novedades vencejo[3].

Elkin de Jesús Uribe Carvajal

Derecho de autor: 10-722-312 de 07/06/2018

2 y 3 de febrero de 2012


[1] Adj. Fig. y fam. Obstinado, terco. Tosco, grosero.
[2] (voz Guar.) m. Arg. Victoria regia
[3] M. Lazo o ligadura con que se ata algo.

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