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sábado, 6 de abril de 2013


GILBERTO GARRIDO
Quien tenga una fotografía del poeta,
favor enviármela al correo electrónico:
uribece@gmail.com. Muchas gracias.

Nace en Supía en 1887 y fallece en Cali en 1978, longevo, poeta Colombiano desconocido. Su poesía tenía una característica especial su lirismo y rima en los versos pues se daban en gerundios. Tuvo un gran dolor, la muerte de su hijo León y su poesía se explayó en ese dolor. Una muestra de ello, los versos compuestos a su hijo: 

Mi hijo se fue cuando
una brasa de mí le estaba ardiendo.
El se iba apagando
y en mí iba encendiendo
esta agonía de seguir viviendo.

Pura poesía, puro sentimiento, pura composición de rima en gerundios. Muy bella, embelesadora y sentimental. ¡Qué más se le puede dar a un hijo! Era de intuición analítica y memoria prodigiosa. Lector consumado, viajero, parlamentario y diplomático.

Su obra literaria está en los libros: Ansiedad; Llanto; Lumbre; Ilusión; Romancero.


Corazón de Azucena,
hendido, macerado, suspirado:
de Ti fluye la vena
deste bien acordado
amor y este dolor mejor amado.
Bien hallo vivir duelos
yo que en flores he sido y fallecido,
y he rasgado los velos
del tesoro dolido
sobre mi propio ser desparecido.

La voz que más resume
es la del niño, apenas escuchada,
de la que se presume
que trae compasada
la música de Dios, maravillada.
Por esa escala vino
mi fe, dolida de su oscuro extremo.
Bien eligió camino
el resplandor supremo
para darme esta luz en que me quemo.

Mi hijo se fue cuando
una brasa de mí le estaba ardiendo.
El se iba apagando,
y en mí iba encendiendo
esta agonía de seguir viviendo.
Sube el dolor y es palma
de todo ser que mereció su herida.
Su estrella viene al alma
en la propia medida
en que la tiene el alma merecida.

No hay más dura amargura
que vivir una vida que se fuera
y el milagro procura
de conservar entera
el ánima que a escombros redujera.
Este soplo que pudo
con menos luz, ser foco desolado,
hizo fanal su escudo
tiene ya logrado
vivir en el dolor eternizado.

Llorar es ver el fondo
en donde Dios alumbra nuestra pena.
No hay un lugar más hondo
ni hay una luz más buena
que la que lo ilumina y lo serena.
Por eso cuando lloro
en ti, pues vivo en ti, me elevo tanto,
que el trémulo tesoro
deja de ser quebranto
para ser claridad fundida en llanto.

 

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